Haznos pan

 


“Esta es la voluntad del Padre: 
que todo el que ve al Hijo tenga vida eterna”. 
(Jn 6, 35-40).


El pan existe para alimentar, es sencillo y sin pretensiones, se deja tomar por quien tiene hambre, sacia, nutre a quien lo come y sostiene la vida. Así es el pan. Así fue y así es Jesús, el pan bajado del cielo.

"Yo soy el pan de la vida". Él se hace comida para nosotros. Una vida sin entrega, no tiene sentido, no es plena. Y Él quiere llenarla por completo de sentido, para que vivas y que vivas para siempre. ¿Se puede pedir más?

El querer de Dios: Que nada se pierda y que no demos a nadie por perdido.

Su voluntad es que permanezcamos con Él, que no nos alejemos. Una voluntad que nos debe quitar el miedo, que nos lleva a dar testimonio en medio del mundo. Una unidad que no rompe nuestra identidad y singularidad. Somos de Cristo pero somos únicos.

Este es el amor de Dios: ¡que tengamos vida!
Este es el amor de Dios: ¡que tengamos su vida!
Este es el amor de Dios: ¡que compartamos la resurrección del Hijo!

Padre, canto tu proyecto de dar vida. Jesús, te miro y creo en Ti. Espíritu creador, recrea en el mundo la vida.  

Nada nos colma ni nos da paz interior como Jesús. Él es el amigo que siempre está ahí, fuente de amor, de alegría, de felicidad, el que fortalece y nos alimenta en la esperanza.

Jesús es el pan de vida. El único que alimenta y satisface. El que nos sacia y colma. El que da sentido a todo. El que nos muestra la voluntad de Dios. El único que sabe a eternidad. Comer este pan es hacernos pan en él para ser alimento de vida en este mundo.

En nuestro mundo hambriento e incapacitado para reconocer su desnutrición el Señor se nos presenta como "pan de vida". Que los cristianos seamos capaces de mostrar ese pan tierno con sabor a hogar y a fraternidad, y no el mendrugo duro, que no puede ser partido ni repartido


Pan

Pan para saciar
el hambre de todos.
Amasado despacio,
cocido en el horno
de la verdad hiriente,
del amor auténtico,
del gesto delicado.

Pan partido,
multiplicado al romperse,
llegando a más manos,
a más bocas,
a más pueblos,
a más historias.

Pan bueno,
vida para quien yace
en las cunetas,
y para quien dormita
ahíto de otros manjares,
si acaso tu aroma
despierta en él
la nostalgia de lo cierto.

Pan cercano,
en la casa que acoge
a quien quiera compartir
un relato,
un proyecto,
una promesa.

Pan vivo,
cuerpo de Dios,
alianza inmortal,
que no falte
en todas las mesas.

(José María R. Olaizola, sj)

 


Gracias por ser pan.
Haznos pan, Señor.

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