Cada día un regalo




“¿Por qué esta generación 
reclama un signo?” 
(Mc 8,12) 


El Misterio Pascual de Jesucristo, su muerte y su resurrección, que se actualiza en el anuncio del Evangelio, en la celebración de los sacramentos y en la práctica de la caridad, es el signo indeleble y definitivo del amor del Padre.


Para el que tiene ojos de fe:
Nosotros mismos somos un milagro de Dios.
Vivimos rodeados de milagros.
Y sin embargo, también nosotros seguimos pidiéndolo a Dios milagros, señales.
Quienes somos incapaces de ver la infinidad de milagros que se dan cada día, nos pasamos la vida pidiendo milagros.
Que Jesús no nos diga a nosotros lo que a aquellos fariseos, casi con rabia e indignación: 
“Os aseguro que no se le dará un signo a esta generación”.
A lo que me gustaría añadir: “hasta que sea capaz de ver los signos que les regalo cada día”.


La fe es creer en su amor.
Solo pide milagros el que no cree.
Y creer en él no es creer en su poder.
Creemos cuando nos fiamos de Él.
Creemos cuando nos sentimos amados por Él.
Creemos cuando su amor nos transforma.
Señor: me basta el milagro que me haces regalándome la vida.
Señor: me basta el milagro de tu amor.
Señor: me basta el milagro de hacerme creer aunque no me concedas lo que te pido.
Señor: regálame el don de la fe aunque nunca me hagas milagros.
Señor: yo no quiero una religión milagrera sino una religión de amor.


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