Mirar con amor.
“Os van a juzgar, como juzguéis vosotros”
(Mt 7,2).
Lo único que nos puede salvar del juicio de perdición es
el perdón.
En la medida en que tengamos grandeza de ánimo para perdonar,
en esa misma medida encontraremos el perdón que nos devuelve la paz, la unidad
y, sobre todo, la humanidad que supera y vence la brutalidad del odio y el
rechazo.
¡Con qué facilidad hablamos y juzgamos a nuestros hermanos!
¡Y con qué
vehemencia nos defendemos cuando hablan de nosotros!
Seguramente la actitud
correcta sea la de ayudarnos o cuidarnos mutuamente unos a otros, conscientes de
que todos tenemos fragilidades y todos somos también capaces de ayudar.
El reconocimiento de la propia fragilidad es
ya el primer paso —quizás el más importante— para librarnos de la viga de
nuestro ojo.
Jesús se coloca en el terreno de la gracia.
Mira a todos con una mirada creativa.
Invita a cada uno a levantarse y a
ponerse en camino. Cuando te brote el
juicio no te detengas, vete más allá hasta que te nazca una mirada de amor
hacia los que te rodean.
Ayúdame a mirar con amor,
a ver a todos como tú los ves.
- Señor Jesús,
¡que aprendamos cada
día a actuar
con la misericordia del
Padre!
Líbranos del
orgullo de creernos mejores
que
nuestros hermanos.
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