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El corazón abierto del Señor





“¡Felicitadme!, 
he encontrado la oveja 
que se me había perdido” 
(Lc 15,6). 


Jesús es buscador incansable de cada ser humano.

Para cada uno hay espacio en su corazón.

Recuerda hoy con agradecimiento la solicitud 
y el cuidado de tu vida que tiene la Iglesia. 


Cuando me dejo encontrar por ti, 
Jesús, se desborda tu alegría. 

Señor, tú sabes lo que hay en mi corazón.
Un gran deseo de ser amado
y el miedo de no ser reconocido.

El anhelo de amar y la dificultad
de aceptar a los demás tal como son.

Sed de paz, de belleza y de armonía
que no encuentro dentro ni fuera de mí.

Señor, mi corazón está inquieto y enfermo.
Tu corazón abierto es la fuente
de donde mana la única medicina eficaz.

Tú eres la fuente del amor, la paz,
la belleza y la armonía.

Tu amor es más fuerte que la muerte,
tu paz resiste ataques e insidias,
tu belleza resplandece
sobre las ofensas y ultrajes de la cruz.

Espero el día en que mi corazón
reposará y gozará unido
para siempre al tuyo.

Cuando oro al Padre tal como tú hacías,
cuando amo, perdono,
comparto y sirvo como tú hacías y enseñabas,
empiezo a gozar de esta unión.

“Mi único mérito es la misericordia del Señor” (San Bernardo)
 

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