¿Qué señal?
Los escribas y fariseos quieren un milagro. Un fenómeno extraordinario que vaya contra las leyes de la naturaleza. Algo espectacular. Lo extraordinario está envuelto en cotidianidad, en sencillez, en cercanía y calor. Hacen falta ojos limpios para descubrirlo.
Pedirle a Dios milagros y signos tiene que ver con una actitud exigente y desconfiada. Cuando hay una relación de amor y de confianza no se piden signos. Basta con estar, con compartir, con ser. Pedimos a Dios que se adapte a nuestra forma de conocerlo. "Te ha explicado, hombre, el bien, lo que Dios desea de ti: simplemente que respetes el derecho, que ames la misericordia y que andes humilde con tu Dios."
La intervención extraordinaria de Dios en la historia se ha convertido en una presencia real en medio de los hombres y mujeres de este mundo, una presencia de amor, de cercanía, de conocer y amar lo que somos y hacemos.
«Jesús es el signo de la misericordia de Dios, más que Jonás; el de la sabiduría redentora de Dios, más que Salomón. Él hace nuevas todas las cosas»
«Maestro, queremos ver un milagro tuyo»
El milagro lo llevamos con nosotros cada día. Sólo nos falta ser capaces de abrir los ojos y ver que la vida es un milagro, que amar sin rencor es un milagro. A fin de cuentas, sentirlo a Él es un signo de gracia ¿acaso podemos esperar más?Esta es también la llamada que nos hace hoy a nosotros Jesús: creer en la Buena Noticia que nos trae y cambiar nuestras vidas, abrir nuestro corazón.
Cada uno de nosotros está llamado a ser signo de la bondad del Corazón Sacratísimo de Jesús.
"Queremos ver un signo tuyo".
Acudamos a Él en la oración más que pidiendo, poniéndonos a su disposición para amar con su mismo amor a nuestros hermanos los hombres.
Señor, Jesús, Palabra verdadera del Padre, me hablas en el silencio del corazón y en todo lo que me rodea.
Señor, quiero reconocerte en el día a día, en lo cotidiano, en la sencillez, en la calidez de un abrazo, en la ternura de una mirada, en un trozo de pan y un poco de vino...
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