Hacer tu voluntad


«Éstos son mi madre y mis hermanos. 
El que cumple la voluntad 
de mi Padre del cielo, 
ése es mi hermano, y mi hermana, 
y mi madre» 
 (Mt 12, 45-50).

No hay que traer a Dios a mis intereses, sino irme yo a la búsqueda de su voluntad

Hacer tu voluntad, aunque a veces no la entienda y no queden casi fuerzas.

Una familia más amplia. Un corazón más grande. El Evangelio siempre amplia nuestros horizontes vitales.

El Señor supera las relaciones de sangre o de amistad. Propone una fraternidad universal cuya única referencia es nuestro Padre que está en los cielos y su voluntad salvadora. Aquella propuesta parecía de locos, y de locos es fiarse absolutamente del amor encarnado en Jesús.


La cercanía con Él la vivimos cuando hemos hecho de nuestra vida el reflejo de aquello que quiere el Padre. Cumplir su voluntad es hacer un mundo mejor, más cercano entre todos y lleno de paz.

Vivir su voluntad no es un cumplimiento que nos da méritos, responder a ella nos convierte en su familia. Le sigo, vivo su Palabra, escucho su voz en medio del mundo, le siento cerca en los necesitados, sé que Él me conoce y me ama... quiero vivir su voluntad.

Y yo, ¿me siento parte de la familia de Jesús, de ese grupo inmenso que busca la justicia y la paz? 

 


Señor Jesús, gracias por abrirme la puerta 

de tu familia, de tu comunidad.

 

 

La gente estaba sorprendida de que María no usara su influencia, o se abriera camino para llegar a su hijo. María sabe esperar, confiada y silenciosa, la hora de su Hijo. Quédate a su lado y escucha con Ella la palabra de Jesús. Háblale de lo que llevas en tu corazón.

María es el primer discípulo de Jesús, y el modelo de un cristiano.


¡Oh María, Madre mía, dame la verdadera sabiduría! 

Enséñame a acoger la voluntad del Padre 

en la vida de cada día.


 

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