¡Dame tu mano!

 


"Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, 
enseñando en sus sinagogas, 
anunciando el evangelio del Reino 
y curando todas las enfermedades y todas las dolencias."  (Mt 9,32-38)
 Jesús tiene un corazón compasivo. Siente en lo más profundo de su ser los dolores y los sufrimientos de las personas.
 Por nuestro bautismos somos enviados a sanar tantas situaciones llenas de falta de vida que hay en la sociedad.
La Compasión es la Misericordia en Acción, son obras que enseñan, predican y sanan a los demás a través de nosotros que lo vivimos y experimentamos primero. La Compasión soluciona.
Pidamos al Espíritu Santo nos llene de la Compasión del Cielo y que eso nos lleve a llevar El Amor de Dios en hechos a los que Él ponga en nuestro camino.
Oremos al dueño de la mies que envíe operarios a sus mies. Vivamos y proclamemos la Buena Noticia del Reino de Dios aquí en la tierra con nuestra bondad, compasión y solidaridad.
 
Yo, pecador
Señor,
cuando me encierro en mí,
no existe nada:
ni tu cielo y tus montes,
tus vientos y tus mares;
ni tu sol,
ni la lluvia de estrellas.
Ni existen los demás
ni existes Tú,
ni existo yo.
A fuerza de pensarme, me destruyo.
Y una oscura soledad me envuelve,
y no veo nada
y no oigo nada.
Cúrame, Señor, cúrame por dentro,
como a los ciegos, mudos y leprosos,
que te presentaban.
Yo me presento.
Cúrame el corazón, de donde sale,
lo que otros padecen
y donde llevo mudo y reprimido
el amor tuyo, que les debo.
Despiértame, Señor, de este coma profundo,
que es amarme por encima de todo.
Que yo vuelva a ver
a verte, a verles,
a ver tus cosas
a ver tu vida,
a ver tus hijos...
Y que empiece a hablar,
como los niños,
–balbuceando–,
las dos palabras más redondas
de la vida:
¡Padre nuestro!
 
                                                                              (Ignacio Iglesias, sj)

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