Tu mano
«Cogió a la niña
de la mano
y ella se levantó»
(Mt 9, 18-26)
A una mujer y una niña Él las coloca en medio, las cura y valora, las convierte en protagonistas, les agradece y exalta su fe, las pone de pie para que cesen los lamentos y la discriminación, las hace valiosas, nuevas, importantes.
«La fe hace brotar la oración, y la oración —en cuanto brota— alcanza la firmeza de la fe». San Agustín
“¡Ánimo, hija! Tu fe te ha curado” (Mt 9,22).
En una mujer enferma la fe se hace gesto confiado. Jesús la mira con ternura. Acércate a Jesús y preséntale situaciones desesperadas de la humanidad.
Con una mirada de fe espero tu amor, Señor.
Señor, el oficial romano y la mujer con flujo de sangre me recuerdan lo maravilloso que es vivir con fe. Tú sabes exactamente qué es lo que necesito, mas esperas que me acerque a Ti y con confianza te pida lo que creo necesitar, por eso te suplico por el don de una fe viva.
Un grupo de estudiantes me hicieron esta pregunta: ¿Salvar de qué?
¿De qué nos salva Jesús? Si no lo necesitamos, si hay solución para todo.
Del alimento se encargan nuestros padres,
de la enfermedad curan los médicos,
de la soledad los amigos,
de los fracasos se sacan aprendizajes,
de un incendio los bomberos,
del pecado… Dios nos perdona.
Por un momento perdí pie, se me movió el suelo.
¿De qué nos salvas, Jesús?
Sé que no hay una sola respuesta, ni respuestas estándar…
Y voy sabiendo que comporta
no huir, no pasar de puntillas por la vida,
enfrentar el dolor, experimentar el límite,
padecer la burla,
atreverme a gritar: «no entiendo»
y… finalmente postrarse humildemente ante el Misterio.
Atráeme hacia Ti, Jesús de Nazareth,
para que mis búsquedas se orienten hacia Ti.
Y pueda descubrir la dolencia que me paraliza, me enreda, me rompe por dentro.
Acercarme a Ti, Jesús, te lo pido desde lo más hondo de mi ser.
Pon tu mano sobre mi cabeza y viviré.
Mírame y sabré lo que es sentirse salvada por amor.
(María Rita Martín)
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