Testimonio

 


"El que Dios envió  habla las Palabras de Dios  porque no da el espíritu con medida"   
 (Jn 3,34).  

 

Las palabras de Jesús requieren desinstalarnos, relativizar verdades, y descubrir a quien viene de lo alto y está por encima de todos. Aceptar su testimonio y escucharlo. Creer en él para poseer la vida eterna. Poner a Jesús en el centro de la vida y de la fe.

"El que Dios envió habla las Palabras de Dios".


La Palabra de Dios es fuente de la que "beber"
para conocer a Cristo. Nuestra vida hablará de aquello con lo que la llenemos. Nuestras palabras, nuestros gestos, nuestras acciones... hablan del Dios en el que creemos. Si Dios es un Dios de amor, un Dios de perdón, que tu vida sepa hablar de Él...

Y yo, ¿he sentido el impulso del Espíritu, para transmitir la Palabra y el amor de Dios? Gracias, Espíritu, por poder colaborar contigo, para bendecir a tantas personas.

La fe es un don, pero encuentra acogida en quien está abierto a las sorpresas. La fe es la respuesta llena de esperanza a un futuro con Dios, a un futuro de Dios. Tener fe es saber superar los tropezones de la vida, los cansancios y las oscuridades, poniéndose de píe y seguir siendo un buscador, un discípulo.

Dios se nos da a lo grande. Jesús nos regala el Espíritu sin medida. En este derroche de gracia descubrimos lo que Dios quiere de nosotros.

Intenta hoy compartir con alguien tu fe. Es una forma de extender la vida.

Orar es saber que el agua del Espíritu vivifica y alienta toda semilla que ponemos cada día en los surcos del mundo. 

 

“El que cree en el Hijo tiene vida eterna” (Jn 3,36)

La vida eterna no es una ilusión, no es una fuga del mundo, sino una poderosa realidad que nos llama y compromete a perseverar en la fe y en el amor.

Pidamos a Dios poder ser testigos de obediencia, pidámosle este este Espíritu del que Pedro habla así: «Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen». (Hch 5,27-33)

 

Oración de amor

Señor:
Qué hermoso es tener un corazón
con capacidad para amar y perdonar,
para ayudar y comprender, para creer y confiar.

Pero que difícil me resulta practicarlo,
hacerlo vida en mis actos de cada día.
Mis fuerzas son muy limitadas y son más
las horas bajas que las buenas.

Tú siempre estás ahí, esperándome,
creyendo en mí, confiando en mí.
Que una caída de hoy sea un peldaño
que me acerque más a ti y a mis hermanos;
que cada día tenga el coraje de volver
a empezar en el camino del amor.

Dame la valentía de saber unir mi mano
a otros hombres, mis hermanos, para hacer
crecer entre todos el arco iris del amor
y de la amistad.

Que al cerrar cada noche pueda refugiarme en
tu regazo de Padre comprensivo y amoroso.

Amén. 


 

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