La misión

 


«Id al mundo entero y proclamad 
el Evangelio a toda la creación» 
(Mc 16,9-15)

Jesús resucitado se aparece a María Magdalena, que anuncia lo que ha visto, y no la creen. A dos que iban de camino, y tampoco los creen. Y a los Once, a los que les reprocha su incredulidad. Creer a otros que han visto es acoger una fe transmitida y experimentada.

La resurrección necesita el encuentro con Él, el encuentro la fe, la fe ser vivida en comunidad, la comunidad y cada uno de los que pertenecemos a ella tenemos una misión, anunciar la Buena Noticia. «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación»

Jesús, cuando nos invita a ser sus apóstoles nos proyecta hacia el futuro con una confianza infinita en la obra que el Espíritu Santo hará en cada uno de nosotros, si luchamos por dejarle hacer en nuestra vida.


Te alabo y te bendigo, Jesús, por tu confianza en mí.
 
Dame tu fuerza, dame tu Espíritu.

La Pascua es tiempo de activar la misión. Nos convierte en testigo del "viviente". Del que murió en la cruz por amor, y al que el Padre le devolvió, por amor, el don de estar vivo. Eso hace diariamente con cada ser humano. Nos resucita cada nuevo despertar. Nos ofrece la posibilidad de hacer del encuentro con el hermano una posibilidad de divinizar la existencia.

Tenemos que ser testigos de la Resurrección, es decir, dejar que CRISTO resucite en nuestros corazones, que tengamos la experiencia la Resurrección, de la Vida, del triunfo de Cristo en nuestra alma.

El amor sembrado por Jesús en los suyos termina en envío misionero. La luz no se puede ocultar. En cada amanecer, Jesús Resucitado, nos sorprende con su presencia amorosa y nos envía. Comunica hoy con alguien lo que sabes y vives de Jesús. No te lo guardes. Recuerda rostros concretos de hombres y mujeres, misioneros del Evangelio  

Seguimos pidiendo a Jesús que nos resucite, con Él, a una vida nueva. Señor del amor verdadero, pon tu luz en nuestras sombras, pon tu paz en nuestras luchas, pon tu voz en nuestros ruidos. Pon armonía en nuestras diferencias.


 

Señor del amor verdadero,
pon tu luz en nuestras sombras,
pon tu paz en nuestras luchas,
pon tu voz en nuestros ruidos.

Pon armonía en nuestras diferencias,
pon sentido en nuestras preguntas,
pon ternura en nuestros juicios
y limpieza en cada proyecto.

Pon dignidad en nuestra mirada,
y libertad en nuestras certidumbres,
pon tu aliento en el bregar cotidiano,
y tu amistad en nuestros contrastes.

Pon, Señor, tu verdad en nuestras dudas.
Ponnos, Señor, contigo,
cuando buscamos tu evangelio
para este mundo.
Tú que eres el camino, la verdad, y la vida.


José Mª Rodríguez Olaizola, sj


 

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