El sembrador
El sembrador sale en el momento adecuado a dejar la semilla. Conoce su tierra y el tiempo mejor para la siembra. Ha elegido con mimo su semilla. Antes de sembrar ha preparado, cuidado y sazonado la tierra. Es un enamorado de la tierra. Dios es el sembrador
El sembrador no fuerza la semilla ni castiga la tierra; siembra con libertad y alegría, no importa que los resultados no sean los esperados. Ya ha ganado el tener la semilla y la tierra
Después de escuchar esta parábola podría haber motivos
para el desánimo ¡cuánta Palabra sembrada y qué poco frutos! En cambio esta
parábola es profundamente optimista. Jesús tiene confianza de que en algún
sitio, en algún corazón encontrará la Palabra un terreno propicio, y su fuerza
será entonces irresistible.
¿Os habéis dado cuenta de que Dios sigue sembrando su Palabra cada día?
En la parábola del sembrador es fácil comprender que hay diferentes acogidas de la Palabra, como diferentes tipos de tierra. Lo que llama mi atención es la generosidad del que siembra. Su esperanza, de no ver ninguna vida estéril. No ve nada imposible para que todos demos fruto.
Sale el sembrador a sembrar su semilla. No importa en qué terreno cae. Lo importante es sembrar. La tierra puede cambiar. Se puede escuchar y olvidar. Estar ocupado o distraído. Centrado en otros asuntos. Con inmadureces y materialismos. Dios seguirá su siembra
¿Qué estamos "sobrealimentado" de Palabra? La escuchamos en misa, en la liturgia de las horas, en el evangelio del día, en Facebook, por whatsapp ... ¿Pero dónde está cayendo tanta Palabra escuchada y proclamada? Habrá que verificar la calidad del terreno, la bondad de la tierra, porque la semilla ya está echada, falta sus frutos: "por sus frutos nos conocerán". ¿Y tus frutos?
Dios habla. Tiene ganas de decirse. Busca corazones abiertos donde depositar su semilla. Haz silencio para escuchar. Rumia la Palabra para que te cale por dentro. Mira a Jesús que te comunica la vida. Guarda lo que te dice Jesús en el corazón, como María.
María es la tierra buena, que acoge la Palabra, la guarda en su corazón y la hace fructificar por la acción del Espíritu Santo, dándonos el ciento por uno, su hijo Jesucristo, para la vida del mundo.
Señor, no dejes que sucumba al desaliento de la esterilidad.
Tu palabra es fecunda, siempre.
Sé que me amas como soy.
Te necesito para darte el fruto que esperas.
Me descalzo para escuchar.
Te escucho para llenarme de ti.
Te miro con amor.
Te llevo siempre conmigo.
Gracias, Jesús, por todo.
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