A la manera de Dios
En la lectura de hoy San Pablo (Col 3, 12-17) nos dice que porque somos elegidos de Dios (santos y amados) debemos revestirnos de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia y ser agradecidos. ¡Toma ya! Y luego en el Evangelio de hoy Jesús aún nos lo complica más.
Leed el evangelio de hoy. Es una novedad más grande que cualquier catedral. Es una propuesta más revolucionaria que todas las de la historia de la humanidad. Es tan maravilloso, y de tal calado, que nos asusta por si nos cambia totalmente.
El Evangelio no está hecho a la medida del hombre, sino a
medida de Dios. Jesús puede exigir amar hasta la locura, porque Él ha sido el
único que ha recorrido ese camino hasta el final.
Aunque para nosotros sea todo un logro el amar solo a quienes nos aman, el
prestar a los que nos van a devolver lo prestado, no vamos más allá del
horizonte estrecho de las relaciones humanas. Y para ese viaje no necesitamos
estas alforjas de la fe. Si amamos a nuestros enemigos vivimos del espíritu del
mismo Dios, sino juzgamos ni condenamos, atestiguamos así que la gracia habita
en nosotros, usar la misericordia con los demás es obrar como Dios, esa es la
verdadera perfección.
Escuchar a Jesús es descubrir una perspectiva nueva en las relaciones. Amar a quien nos odia. Bendición donde hay maldición. Oración en la calumnia. Dar sin esperar. Misericordia frente al juicio. Un reto para cultivar la afectividad, la entrega y el evangelio.
Sólo cuando se da sin esperar recompensa, cuando se ama sin que el otro lo merezca, cuando se pierde para que el otro gane, sólo entonces llegaremos hasta el misterio del amor de Cristo
¿Te sorprende esta palabra? ¿Qué provoca en tu interior? ¿Ensancha los límites de tu tienda? Así es Jesús: capaz de ir a por todas, sin buscar apaños, provocador desde la radicalidad, signo. ¿Qué haces? ¿Te lanzas a un amor gratuito y desinteresado, para parecerte a Dios? ¿Te pones a amar con un amor sin distinciones, incluso a los enemigos?
“Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos” (Fratelli tutti, 8)
Señor, ayúdanos a
amar a los enemigos,
a hacer el bien a los que nos odian,
como tú nos amas a nosotros, cuando no lo merecemos.
Señor, enséñanos a bendecir a los que nos maldicen
y a orar por los que nos injurian,
como tú nos bendices y acompañas cuando nos alejamos de ti.
Que la generosidad con la que tú nos tratas transforme nuestro egoísmo,
para tratar a los demás, no como merecen, sino como necesitan;
no como ellos nos tratan, sino como tú nos tratas.
Señor, que seamos compasivos como tú, Padre nuestro,
eres compasivo con nosotros y con todos tus hijos. Amén.
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