Sólo Tú curas
«Viendo Jesús la fe que tenían,
le dice al paralítico:
"Hijo, tus pecados te son perdonados"»
(Mc 2, 1-12)
‘Viendo Jesús la fe que tenían… ‘ Ellos han hecho posible
el encuentro, los que han facilitado la posibilidad del cambio. Tenían fe, se
han unido, han amado, han acompañado, han buscado, han acercado. ¿Te animas?
La fe abre la puerta a las entrañas compasivas de Jesús.
Sana lo interior para que resplandezca en lo físico. Una fe que es más potente,
cuando somos llevados por otros a Jesús para que nos sane.
"Levántate, coge tu camilla
y vete a tu casa".
Se buscan "camilleros" que acerquen a Jesús a todos los "paralíticos" y a los que se sienten paralizados por cualquier causa.
y vete a tu casa".
Se buscan "camilleros" que acerquen a Jesús a todos los "paralíticos" y a los que se sienten paralizados por cualquier causa.
Sólo Tú puedes devolver a nuestras vidas el estado de
gracia. Sólo Tú curas nuestras heridas con el bálsamo de tu amor. ¡Qué
afortunados somos, pues no tenemos que desmantelar tejados para obtener tu
perdón!
Te entrego, Señor, mi vida: hazla fecunda.
Te entrego, Señor, mi voluntad: hala idéntica a la tuya.
Toma mis manos: hazlas acogedoras.
Toma mis pies: hazlos incansables.
Toma mis ojos: hazlos transparentes.
Toma mis horas grises: hazlas novedad.
Toma mis cansancios: hazlos tuyos.
Toma mis muertes: hazlas vida.
Toma mis mentiras: hazlas verdad.
Toma mis veredas: hazlas tu camino.
Toma mi pobreza: hazla tu riqueza.
Toma mi obediencia: hazla tu gozo.
Toma mi nada: hazla lo que quieras.
Toma mis flores marchitas, y hazme ser libre.
Hazme disponible en la donación, alegre en la entrega,
gozo desbordante al dar la vida, al gastarme en tu servicio.
Te entrego, Señor, mi voluntad: hala idéntica a la tuya.
Toma mis manos: hazlas acogedoras.
Toma mis pies: hazlos incansables.
Toma mis ojos: hazlos transparentes.
Toma mis horas grises: hazlas novedad.
Toma mis cansancios: hazlos tuyos.
Toma mis muertes: hazlas vida.
Toma mis mentiras: hazlas verdad.
Toma mis veredas: hazlas tu camino.
Toma mi pobreza: hazla tu riqueza.
Toma mi obediencia: hazla tu gozo.
Toma mi nada: hazla lo que quieras.
Toma mis flores marchitas, y hazme ser libre.
Hazme disponible en la donación, alegre en la entrega,
gozo desbordante al dar la vida, al gastarme en tu servicio.
Y sólo ahí,
una vez que has
tocado un poquito de suelo,
entonces te das
cuenta de que es en ese lugar,
en ese espacio de
la fragilidad,
del dolor y de la
duda; en ese rincón
en el que te
sientes desprotegido y vulnerable,
donde habita tu
Dios de la cruz,
del camino, de la
pobreza.
Y sólo ahí
descubres que Dios siempre está sobre aviso,
que a veces te
quita el dolor y te pone la cena,
aunque en ocasiones
tengas que dar la vida, una y mil veces.
Sólo ahí descubres
que al caer estás siendo abrazado,
y que en todo lo
que ves se asoma
la imagen de una
creación buena;
y que por debajo de
todos los ruidos
hay una canción de
amor de Dios por el mundo;
y que en muchos
roces hay una caricia que despierta la esperanza…
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