Escuchar, meditar, seguir, guardar y anunciar.
«Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres»
(Mt 4,
12-23)
En este primer Domingo de la Palabra volvemos la mirada a
la Biblia, a las Sagradas Escrituras, para recordar y tener siempre presente la
Historia de la Salvación, la que nos brinda la esperanza que necesitamos.
La Palabra está escrita en el corazón de los hombres. La
Palabra está aquí, no viene de lejos. La Palabra se entiende, se deja acoger y
amar. La Palabra es Él, la Palabra es el Señor.
La Biblia es la gran historia de amor entre Dios y la
humanidad. En el centro está Jesús: su historia lleva al cumplimiento el amor
de Dios por el hombre y, al mismo tiempo, la historia de amor del hombre por
Dios.
El Señor te da su Palabra para que puedas aceptarla como
la carta de amor que escribió para ti, para hacerte sentir que está a tu lado.
¡Hagamos espacio para la Palabra de Dios! Leamos algún
versículo de la Biblia cada día. Descubriremos que Dios está cerca de nosotros,
que ilumina nuestra oscuridad, que nos guía con amor a lo largo de nuestra
vida.
Necesitamos la Palabra de Dios: en medio de tantas
palabras diarias, necesitamos escuchar esa Palabra que no nos habla de cosas,
sino de Vida.
La Palabra de Dios nos consuela y nos anima, provoca la
conversión, nos sacude, nos libera de la parálisis del egoísmo; porque tiene el
poder de cambiar la vida, hace pasar de la oscuridad a la luz.
Confiemos en que Jesús es la verdadera luz que nos traerá
aquella felicidad que buscamos en las cosas de este mundo. Porque sólo Cristo
llenará las ansias de felicidad que buscamos.
La Palabra de Dios es una propuesta de cambio, de misión,
de salir y anunciar.
"Convertíos, porque el reino de los cielos está
cerca". Jesús comienza su ministerio invitándonos a cambiar, a
encontrarnos con Alguien que quiere hacernos hombres nuevos, mejores, más
capaces de comunión, comprometidos con la construcción de un mundo nuevo.
La llamada del Señor siempre nos desinstala de nuestras
"redes", de nuestras seguridades y también de nuestros miedos, y nos
pone en camino, detrás de Él, al encuentro del otro.
Jesús llama a personas sencillas que están haciendo su
trabajo. Como Pedro, Andrés ... nos llama por nuestro nombre. La vocación no es
para minorías, es para todos, se realiza cada día a nuestro alrededor; la
respuesta personal, libre y responsable se debe dar cada día.
Escucharé tu Palabra, en lo profundo de mi corazón yo la escucharé.
En la oscuridad de la
noche la Palabra como luz brillará.
En el desierto de las
voces la Palabra de amor resonará.
Y seguiré tu Palabra, por el sendero de la vida yo la seguiré.
En el trance del dolor la
Palabra de la cruz me salvará.
Guardaré tu Palabra, para la sed de mis días la guardaré.
En el transcurso del
tiempo la Palabra de lo eterno no pasará.
Anunciaré tu Palabra,
caminando por este mundo
yo la anunciaré.
Las fronteras de tu
reino, la Palabra como un viento, abrirá de par en par.
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