Venid a un sitio tranquilo.




“Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco” 
(Mc 6,31)  

Jesús invita a sus discípulos a la soledad y al descanso para compartir experiencias y reavivar el amor. 
Los discípulos necesitan una experiencia de silencio, de desierto,  para ver las cosas como son y para recorrer los caminos de Jesús. Las gentes los siguen y Jesús, buen pastor, se compadece de ellas, las atiende y las cuida

  Escucha la invitación de Jesús que te llama al silencio para estar contigo y decirte su amor. 

Lo mismo que el ave regresa al hogar y encuentra su descanso en su nido, así mi alma descansa en ti, Señor. 
Porque tú eres el gozo de nuestra alma, la abertura siempre abierta, la puerta de la esperanza, en ti nos confiamos en el descanso. 
Cuando llega la tormenta, cuando el frío arrecia tras los cristales, cuando todo parece que va a concluir en tragedia.

Tú eres el descanso, la plenitud sin fin, el infinito que se puede tocar, el que cierras nuestros ojos con tus delicadas manos. 
Aunque a veces me duermo enseguida, pensar en ti me hace sentirme mejor, me brota una paz inexplicable, y al punto me duermo en paz. 
Aunque mis padres me abandonaran, aunque el sol no calentase, yo descansaría seguro en el Señor, estaría muy a gusto con mi Dios. 
Amén.


«Ser pastores con olor a oveja». 
«El sacerdote celebra cargando sobre sus hombros el pueblo que se le ha confiado y llevando sus nombres en el corazón».
 (Papa Francisco). 

Así lo entendió Jesús. 
Necesita descansar y necesita intimidad, pero ante las personas sabe escuchar y atender con calma. 
Teniendo en cuenta que todos los cristianos participamos del sacerdocio de Cristo, haremos bien en atender y escuchar con «calma y compasión».
Señor Jesús, ten piedad de mí.

Venid a un sitio tranquilo;
a un lugar apartado del bullicio agobiante
que nos acompaña día y noche;
a un lugar retirado
de vuestros negocios y preocupaciones,
de vuestras falsas necesidades;
a un lugar apropiado para encontraros
con Dios, entre vosotros y con vosotros mismos.
Venid a un sitio adecuado
para reparar fuerzas.

Y descansad un poco.
Detened vuestro ritmo alocado.
Haced un alto en el camino.
Sosegaos de tanto ajetreo.
Que se calmen vuestros nervios.
Que se serene vuestro espíritu.
Dejad la mochila a un lado,
quitaos las sandalias
y lavaos el cuerpo entero
para reparar fuerzas.

Los que estáis rendidos y agobiados,
los que vivís bajo el yugo de las responsabilidades,
los que soportáis el peso de los compromisos
y de las obligaciones ineludibles,
los que camináis con los ojos tristes
y la espalda doblada,
los que ya sólo divisáis niebla en el horizonte,
los que no sabéis vivir sin cargas y cruces,
echad el freno y apearos
para reparar fuerzas.

Yo os aliviaré.
Os sanaré la mente.
Tonificaré vuestro corazón.
Curaré vuestras heridas.
Vigorizaré vuestro cuerpo.
Calmaré vuestra ansiedad.
Os quitaré las pesadillas...
Estaré con vosotros en todo momento.
Tomaos un respiro conmigo
para reparar fuerzas.

Venid conmigo, amigos.
Gozad este momento y lugar.
Gustad todo lo suyo –que es vuestro–:
las verdes praderas, las aguas frescas,
los árboles frondosos,
el horizonte abierto...
Descansad sin prisas y sin miedo.
Cargad las pilas hasta rebosar
y escuchad mi buena nueva...
para reparar fuerzas.

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