Acoge la cruz de Cristo
“Herodes decía: Es Juan,
a quien yo decapité, que ha
resucitado”
(Mc 6,16)
Las palabras y gestos de Jesús se extienden entre la
gente sencilla y necesitada; pero muchos no entienden la novedad de su mensaje.
El rey Herodes estima a Juan Bautista; pero cede a la sensualidad y los
compromisos de corte.
La fiesta tiene un final macabro.
Vivir la vida cristiana
y la comunión con la Iglesia significa valorar a todas las personas, respetar
su dignidad.
Acoge la
cruz de Cristo,
que ha hecho de ella el símbolo supremo del amor.
El pecado siempre deja huella.
Podemos llamarlo karma,
remordimiento, culpabilidad o como se quiera.
Herodes era un tipo de los que
nunca tienen la culpa de nada.
«La culpa la tuvo Herodías, el qué dirán o el
juramento».
No. Herodes fue incapaz de volver atrás.
No tuvo el valor de
decir no. Se quitó el problema de encima y repartió culpas.
A Herodes Jesús
le recuerda a Juan.
Ambos hablaban con autoridad.
- Señor, que sepa reconocer mis errores.
Señor, enséñanos a encajar la cruz de cada día;
la cruz que exige el amor a los que más sufren y a todas las personas;
la cruz que conlleva la lucha por la verdad, por la justicia, por la paz;
la cruz que nos viene cuando somos fieles a Ti y a tu Evangelio.
Estas cruces nos resultan pesadas, Señor,
pero sufrimos más cuando nos encerramos en nosotros mismos,
cuando somos testarudos, egoístas
y nos dejamos llevar por la envidia o el rencor.
Señor, danos sabiduría para tener siempre presente
que la cruz por amor merece la pena,
nos hace más humanos, nos acerca a Ti
y da vida a cuantos nos rodean.
En cambio, el sufrimiento que nos trae el pecado
es más grande y enteramente inútil.
Señor, enséñame a sufrir como tú y contigo.
la cruz que exige el amor a los que más sufren y a todas las personas;
la cruz que conlleva la lucha por la verdad, por la justicia, por la paz;
la cruz que nos viene cuando somos fieles a Ti y a tu Evangelio.
Estas cruces nos resultan pesadas, Señor,
pero sufrimos más cuando nos encerramos en nosotros mismos,
cuando somos testarudos, egoístas
y nos dejamos llevar por la envidia o el rencor.
Señor, danos sabiduría para tener siempre presente
que la cruz por amor merece la pena,
nos hace más humanos, nos acerca a Ti
y da vida a cuantos nos rodean.
En cambio, el sufrimiento que nos trae el pecado
es más grande y enteramente inútil.
Señor, enséñame a sufrir como tú y contigo.
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