Puertas abiertas
En las últimas décadas ha crecido cierto sentimiento de impunidad. Estamos olvidando que el comportamiento humano tiene sus consecuencias. Tal vez por ello, se realizan las mayores atrocidades sin que brote la mínima reflexión o arrepentimiento. El mal encubre su propio mal.
Jesús cuestiona a quienes viven diciendo lo contrario de lo que hacen. A los que acaban con los profetas porque son incómodas sus denuncias. A quienes cierran el paso al saber porque pueden ser confrontados. Jesús es acosado por escribas y fariseos, los religiosos.
Jesús muestra cuál es la auténtica postura de amor frente al mero cumplimiento externo de normas y ritos, que asfixian a la persona. No juzgues a las personas por sus apariencias externas, porque te equivocas casi siempre. Lo que agrada a Dios es un corazón humano, sincero y compasivo.
Tú llamas a todo ser humano para que vaya a ti, fuente de Vida.
"¡Ay de vosotros, maestros de la ley, que os habéis apoderado de la llave de la ciencia!". Educar es más difícil que enseñar, porque para enseñar se necesita saber, en cambio para educar se necesita ser. Para transmitir la fe, no basta seguir un catecismo, o repetir un manual de Teología, hace falta encarnar aquello que se comunica. No contagiamos aquello que decimos, sino lo que profundamente oramos y vivimos.
«Ay de vosotros que no habéis entrado y a los que intentaban entrar se lo habéis impedido» El excesivo rigorismo impide la posibilidad de acercarse a la verdad. Que nuestra vida sea testimonio de la fe que vivimos en el encuentro y amor recibido que invita a caminar en comunión.
No cerremos las puertas, ni el paso, ni el sitio, ni la posibilidad de encuentro, ni la necesidad de ser escuchados, acogidos, acompañados. Que nuestras actitudes sean de puente, de comprensión, de respeto, de entender las diferencias para sumar, de misericordia, de perdón. Creo en una Iglesia de puertas abiertas y escucha constante, de aprendizaje y compromiso con los otros. Una comunidad con sitio para todos.
No dejemos fuera a nadie. Que las puertas estén abiertas, que haya sitio para todos, que acojamos y no rechacemos, la diferencia siempre suma. Dejemos sitio, hagamos grande la mesa, ofrezcamos la Palabra, compartamos el Reino.
Contradicción del amor fraterno
Soy así, una pecadora…
No vengas a tratar de enseñarme
que eres un santo
que tienes el cielo en la mano
y que me lo quieres dar.
No me digas «hermanita».
No me quieras manejar.
Atiéndeme hermano como soy.
¡Sí! Así como soy…
Tú dices que me quieres amar,
entonces… no me critiques,
no me censures…
no me tapes cuando ya no te sirvo
o no me quieras mirar.
¿Me quieres querer?
muéstrate como Él,
que me dio la luz
–no me censura,
no me critica–,
me ama, me acepta, me abraza.
¡Me amó hasta la cruz!
(Alicia Boza)
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