La llama de tu amor
El anuncio del evangelio no siempre contenta a todos, hace que a muchos no les guste que se le diga que deben cambiar y que viven en el error. Pero debemos empezar por ser coherentes nosotros y fieles al mensaje que anunciamos.
El fuego que trae el Señor no es destructor. Es un fuego purificador. Limpia todo lo que nos aleja de él y pone al descubierto lo que era apariencia. Produce conflicto y siembra inquietudes. Es una llama de amor que provoca autenticidad y lanza a la radicalidad.
La opción por Él, como sentido de la vida, no siempre genera comprensión, muchas veces genera división, rechazo. En ocasiones ser de los suyos, y mostrarlo públicamente, genera malestar alrededor. No se entienden posturas, propuestas y estilo de vida. Su Palabra, vivida con autenticidad y coherencia, produce cuestionamiento de vida, ante eso puede producirse desde un rechazo hasta un desprecio.
"¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división." Que el amor de Cristo sea nuestra raíz y nuestro cimiento, y así, podamos abarcar todo lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo de nuestra existencia...
El que siembra fuego cosecha vida. Jesús era manso y humilde de corazón, pero su mansedumbre es la de un corazón apasionado. La pasión, el ardor, la entrega, la lucha porque reine el amor esa es la violencia de los pacíficos.
"¡He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo!" Llamaradas de amor es lo que Jesús quiere que vivamos. No fuego que arrasa y destruye. Un corazón ardiente es el que no tiene miedo del frío. Es el que vive apasionado. El que no calcula ni mide. No podemos vivir desde la escasez, sino de la sobreabundancia de gracia y de amor que Jesús vierte cada día sobre nosotros. Haznos cada vez más sensibles a que lo esencial de la vida está en nuestro interior.
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