Dos maneras de vivir

 



«Todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido»  
(Lc 18, 9-14)

Hay muchos mundos distintos en este mundo nuestro. El de los ricos y poderosos. El de los pobres y oprimidos. El de los que viven de la imagen pública. El de los sencillos con vidas anónimas. El de los violentos. El de los que buscan paz. Y hemos sido elegidos para amar y servir.

Tenemos necesidad de transformación interior. La humildad, la sencillez, son esenciales para abrir el corazón de Cristo. Sin embargo, la soberbia, el orgullo, la vanidad nacen del egoísmo. ¿Qué actitud te planteas para cambiar?

La parábola de Jesús muestra dos actitudes. Se dirige a quienes se consideran justos y desprecian a los otros, como el fariseo. Cumplidor, crítico con los demás pero alejado de Dios y de todos. Y el publicano, humilde y necesitado. ¿Te miras o juzgas a los demás?

El publicano, en la oración, se siente pecador. Facilita la escucha desde la verdad. Parte de la humildad del reconocimiento de la pequeñez, la debilidad y el pecado. Dios lleva la iniciativa. Deja sitio al regalo y facilita el encuentro.

El Espíritu, para discernir nuestra oración, nos pregunta: ¿Os veis como justos? ¿Os sentís seguros de vuestra conducta? ¿Despreciáis a quienes no viven como vosotros? Recordamos que el Dios de nuestro Señor Jesucristo aprecia a los humildes que no tienen otro agarradero que la misericordia.

Mira con misericordia, y serás mirado con Misericordia, por Jesús. No te detengas a juzgar, sencillamente da de lo que quieres recibir.


 

Señor, hoy como el publicano y el fariseo, 
me acerco a Ti a orar. 
Me acerco, porque sé que sin Ti nada puedo, 
como Tú mismo nos lo dijiste. 
Señor, yo llevo en mi interior un fariseo y un publicano. 
Tú conoces mi debilidad y cómo a veces, 
sin yo quererlo, caigo y te ofendo; 
otras, me esfuerzo por hacer tu Voluntad, 
pero cuántas veces en este interés por agradarte 
me busco a mí mismo. 
Señor, sin Ti nada puedo, 
y como me doy cuenta de ello, 
me acerco una vez más para presentarme como soy 
y dejar que Tú lleves las riendas de mi vida. 
Tú toma lo bueno que me has dado, 
para mayor gloria tuya, 
pero también hazte cargo de mi debilidad 
y utilízala también en favor tuyo; 
pues, como San Pablo decía, 
"cuando soy débil es cuando soy fuerte", 
porque Tú tienes un mayor protagonismo.
Señor, yo sólo quiero ser tu instrumento.
Señor, toma mi vida y guíala 
por el camino que lleva a Ti; que en cada momento 
mi actuar vaya dirigido a cumplir tu Voluntad 
con alegría y sencillez.
Pidamos a Cristo que nos enseñe 
a orar con espíritu humilde y sencillo 
como el publicano 
que el evangelio nos presenta el día de hoy.
Señor, hoy como el publicano nos acercamos a Ti, 
pues nos reconocemos débiles y necesitados de Ti, 
que eres la fuente de toda gracia. 
Señor, Tú conoces nuestro corazón 
y sabes que sin Ti nada podemos; 
por eso, queremos pedirte que te quedes con nosotros, 
que nos acompañes en todo momento de nuestro día.
Señor, queremos amarte, 
pero a veces no conocemos bien el camino, 
o nos dejamos llevar por nuestros intereses; 
por eso, como el publicano, te pedimos: 
¡Ten compasión de nosotros! 
Y escucha nuestra oración.

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

"Señor, enséñame a orar"

Gracias, Señor.

Colaborar con el Señor