¡Signos!

 


“Yo he venido en nombre de mi Padre” 
(Jn 5, 31-47)

 

La fe en Jesús nace de un encuentro. De la experiencia de haberse encontrado con Dios y que la vida se transforme. Reconocerlo como Hijo. Acoger su palabra. Creer en él para tener vida. Dejar que el amor de Dios nos llene y nos sane. ¿Creemos en sus palabras?

Jesús propone dos cosas para hacer que su Palabra sea eficaz: creer y recibir. La fe en Él hará descubrirle como sentido, Verdad e Hijo de Dios, enviado. Recibirlo es preparar nuestra casa, responder con la acogida, 'todo lo mío es tuyo

Trae continuamente en la memoria la Palabra y la persona de Jesucristo, y verás como, poco a poco te transformas en su imagen. Comprobado lo que habita en tu mente, transforma tu vida: ¡llénate de luz!

¿Por qué tienes miedo de acercarte a Cristo? ¿Por el qué dirán? Déjate iluminar por su luz con total confianza. Comienza tu propio camino de conversión para que llegue a ocupar el centro de tu vida.

RECIBIMOS UNA PALABRA QUE DA VIDA Y QUE HEMOS DE COMPARTIR. ¿Acojo la Palabra de Dios como un regalo precioso? ¿La anuncio, sobre todo con la vida? No niegues que eres apóstol, no olvides que eres profeta, portador de una noticia que ha de fecundar la tierra.

Actuar y pensar como si fuera Jesús mismo quien lo hiciera... Yo quiero tener los mismos sentimientos de Jesús, yo quiero sentir los mismos pensamientos de Dios Padre... ¡Cuántas cosas cambiarían!

 


Un signo

¿Qué más signo, Señor,
nos hace falta?
Los pobres, en su hambre,
señalan el amor como camino.
Los niños, en sus juegos,
eligen lo sencillo como escuela.
Los profetas, gritando,
reclaman tu verdad y tu justicia.
Las víctimas de guerras
aspiran a la paz como horizonte.
Los presos de un espejo
envuelven en sonrisas la tristeza.
Los ídolos de barro
sepultan bajo fango la belleza.
Los que se hacen preguntas
intuyen tu palabra en el silencio.
Los muertos, en su sueño,
piden la eternidad como respuesta.

¿Qué más signo, Señor,
necesitamos,
para volver
el tiempo sementera,
para apostar la vida al evangelio,
para buscar la tierra prometida,
para elegir tu senda?


(José María R. Olaizola, SJ)


 

 

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