Unidos

 


“Si yo echo los demonios con el dedo de Dios, 
entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros” 
 (Lc 11,20).  

Confundir la acción de Jesús con la de Belzebú es estar lejos de la verdad. Por aquí anda el pecado contra el Espíritu: decir que Jesús no traía salvación sino demonio. Un engaño en el que no se es capaz de descubrir el paso de Dios por la vida. Se desparrama el bien, la belleza y la verdad. Estar de parte de Jesús y reconocerlo requiere discernimiento La falta de discernimiento genera confusión, injusticia, división y violencia. Cuando caminamos juntos, el Evangelio es como una luz encima del candelero. 

¿Dónde estás?

¿Con quién estas?

Dios nos quiere muy unidos a Él.

¿Realmente lo estás?

¿O solo “de boquilla”?

 


Ante la impaciencia humana, Dios se vuelve paciencia infinita. 

Ante nuestro pesimismo, Dios se vuelve renovada esperanza. 

Ante nuestros desvaríos, Dios se vuelve derroche de misericordia. 

Ante la sed de nuestra alma, Dios se vuelve fuente inagotable de agua viva.

¡QUÉ CERCA ESTÁ DIOS!

¡Y QUÉ CERRADOS ESTAMOS PARA ACOGERALE!

¿Qué me ayuda y qué me dificulta,

para percibir a Dios en la vida cotidiana?

¡Quiero acogerte!

¡Abre todos mis sentidos para percibirte y acogerte,

para amarte, para amar contigo y como tú!

Amén. 

 “Escuchad mi voz, Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo. Seguid el camino que os señalo, y todo os irá bien”. (Jr 7,23-28): 

¿Has tenido experiencia de quedar con alguien y este alguien no deje de hablar sin pararse a escuchar ni un segundo? Es insufrible... Tenemos dos orejas y una sola boca, para escuchar el doble y hablar menos. Recuérdalo cuando estés ante Él.

 

Salmo 94 (en singular)

Ven, aclama al Señor,

que sostiene tu vida,

que te salva del sinsentido,

de la indiferencia, de vivir una vida a medias.

Ven, aclama al Señor,

la roca sobre la que puedes caminar y construir tu vida.

Entra en su presencia allá donde estés,

y sé consciente de la desproporción.

Su grandeza, tu necesidad.

Él te ha creado, te ha dado la vida.

Tú eres parte de su creación.

Él te muestra un camino, y tú puedes recorrerlo.

Pero ni impone, ni anula.

Bendice al Señor, porque él es tu Dios, tu fortaleza.

Ojalá escuches hoy su voz.

No endurezcas tu corazón, que es una tentación universal. Prescindir de él, comprar otras lógicas,

otros discursos, otras maneras de ser.

Tentarle, exigiéndole pruebas…

No caigas en ello.

Escúchale, y respóndele.

(adaptación de Rezandovoy)


 

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