Para compartir
Cuaresma tiene que ser novedad, nueva oportunidad para el cambio, ha de ser alegría por el objetivo de este camino. No se trata de sufrir, sino de caminar y aprender del camino... y de la compañía...
La vida es muy larga y trae de todo. Tiempo de festejar y tiempo de ayunar. Pero no hay que hacerlo por una norma o ley. Es la forma de acoger la realidad la que nos enseña a encontrar la presencia de Dios en todo momento. Y cuando el sufrimiento se acerca es cuando con más atención hay que buscar a Cristo.
En la cuaresma se nos propone el ayuno pero no para exigir nada de Él, no para aumentar nuestra lista de méritos, sino para que podamos hacer un discernimiento personal de qué es aquello que le quita sitio, tiempo, presencia en nuestra vida a Él
El ayuno que Jesús propone no es como el de Juan. No se trata de evitar determinados alimentos o prescindir de ellos. El ayuno tiene un sentido más profundo. Rechazar todo lo que nos aleja de nosotros mismos por nuestro egoísmo y nos hace miopes en las relaciones.
El ayuno que no nos lleva a Dios, a los demás, y al encuentro con uno mismo, será ayuno, pero no será cristiano.
Que sepamos ayunar de todo lo que nos separe de Ti,
aunque sea bueno, de todo lo que nos encierra en nosotros mismos y no nos deja mirar y amar a los hermanos.
Que nuestro ayuno de alimento y de cosas nos impulse a comer el “alimento verdadero”, que es hacer la voluntad del Padre; nos anime a fortalecer la amistad contigo y a alimentarnos de tu Palabra, de tu amor.
Que el ayuno nos ayude a vivir no para nosotros mismos, a vivir para Ti, Señor, que nos amaste hasta la entrega, y a vivir, también, para los hermanos.
Qué nuestro ayuno cuaresmal sirva para compartir el hambre
de los que no tienen pan y amistad; para sentir en nuestras carnes la angustia de los que no pueden alimentar a los suyos;
para compartir con ellos lo nuestro con más amor y más generosidad. Amén.
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