Paralizados

 


"¿Quieres quedar sano?" 
Jn 5, 1-16

 

Es que no tengo tiempo, es que soy muy mayor, es que todo me pasa a mí, es que me viene mal, es que hoy hace frío, es que... ¿Cuántas excusas más vas a poner?

Jesús interviene pidiendo permiso y contando con el deseo: ¿Queremos quedar sanos?

Entiende nuestra realidad y nuestra impotencia.

No llegamos a “meternos en la piscina”.

Paralizados por la vida.

Paralizados ante la vida.

Agarra la mano tendida de Cristo, que te impulsa a andar hacia el futuro.

Él es nuestra fortaleza ante el desánimo.

¡Levántate y camina!

Escucha la voz de Jesucristo, que se ha quedado en el Sagrario para ser médico, medicina y terapia.

LEVÁNTATE. 

DIOS NO DA A NADIE POR PERDIDO.

Y yo, ¿me doy por imposible?

¿Doy por perdidas a otras personas, sin hacer nada por ellas? 

Señor, que sigan resonando en mi corazón tus palabras: "Levántate y echa a andar".


Toda una vida de parálisis termina cuando escuchamos la invitación de Jesús a alzarnos y caminar

Jesús nos manda levantarnos, tomar la camilla de nuestra historia y ponernos en camino.

Jesucristo viene a curarnos de nuestra postración, consecuencia del pecado, y a ponernos de nuevo en camino, para que anunciemos su misericordia.

"¿Quieres quedar sano?"

La pregunta de Jesús sigue siendo vigente.

Pregunta para que respondamos con sinceridad.

"El que te creo sin ti, no te salvará sin ti".

 

 

Nuestra voluntad de cambio, nuestro anhelo de sanación, son imprescindibles para que Dios actúe en nuestra vida.

Tiene capacidad de levantar al postrado, de dar vista el ciego, de resucitar lo muerto.

¡Qué alegría debemos sentir al sabernos amados por Dios!

Para Dios somos muy importantes.

Con Él a nuestro lado, todo lo podemos.

Jesús es nuestra fortaleza.

Cada día tenemos la oportunidad de ser una Iglesia de la cercanía.

 “La Iglesia tiene siempre las puertas abiertas. Es la casa de Jesús y Jesús acoge. Pero no solo acoge, va a encontrar a la gente como fue a buscar a este. Y si la gente está herida, ¿qué hace Jesús? ¿Le regaña por estar herida? No, va y lo carga sobre los hombros. Y esto se llama misericordia”. (Papa Francisco)

Estar atento y tender una mano al dolor, la vulnerabilidad, la angustia, la postración de las personas.

Todo un desafío.

Ayúdanos, Espíritu Santo, a hacernos cargo de las fragilidades y las pobrezas de nuestro tiempo, curando las heridas y sanando los corazones quebrantados con el bálsamo de Dios

 


Señor, danos tu mano

y renueva tu invitación.

A sumergirnos en el agua viva de tu amor,

que no me paralice la vieja desconfianza,

que no me ate el pecado sin esperanza,

que no me hunda en el hombre viejo que no cambia.

Sé que me das tu gracia,

sé que ella me levanta,

sé que sin ella no camino.

Dame la constancia y la perseverancia

de recordar como tu pascua

han hecho nueva mi historia.


 

Comentarios

Entradas populares de este blog

"Señor, enséñame a orar"

Gracias, Señor.

Colaborar con el Señor