¿son pocos los que se salvan?».
(Lc 13,22-30).
La pregunta a Jesús nace del temor. Nos cubre una nube de pesimismo, de derrota, de fracaso. Olvidamos las palabras generosas y rebosantes de Cristo: "Tanto amó Dios al mundo"...Parece que la salvación está reservada para unos pocos, cuando en el corazón de Dios "hay sitio para todos". La buena noticia tiene que serlo para cada vida. Que desde antes de nacer ya ilusionaba y era conocida y amada por Dios. La puerta se vuelve estrecha para el que cree que se lo merece. Se abre inmensa para quien se deja llevar por Jesús.
«Esforzaos en entrar por la puerta estrecha» No por la mera dificultad de entrar, sino porque por esa puerta uno no puede llevar más carga que a uno mismo, todo lo demás, lo que sobra, lo material, hay que dejarlo fuera para que sólo lo que somos nos lleve a encontrarle a Él. Entrar por la puerta estrecha es una gracia. Un don que hay que pedir y rezar. El deseo del corazón para alcanzar el encuentro con el Señor. Un encuentro que se va teniendo en las obras más que en las palabras.
“Mirad: hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos” Jesús, caminando hacia Jerusalén, nos sorprende con su enseñanza. No basta con comer y beber ocasionalmente con Él. Tendremos algunas sorpresas. Atrévete a pedirle la actitud interior de conversión que te libera de tu egocentrismo.
Pidamos a Dios la gracia de la perseverancia y el valor necesario para elegir siempre el camino que conduce a la vida eterna, aunque sea difícil y estrecho.
Tú Señor, sigues atravesando nuestras ciudades enseñando.Tu mensaje nos parece duro, la puerta estrecha. Pero sólo se trata de acoger tu misericordia. Señor, ayúdame a caminar cada día por la puerta estrecha de tu amor, con un corazón humilde y fiel a tu voluntad



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