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Una señal

 


"Ellos se convirtieron con la proclamación de Jonás, 
y aquí hay uno que es más que Jonás."
 (Lc 11,29-32).

Esta generación como aquella, contemporánea de Jesús, pedía un signo, pero no tendría más signo que el de Jonás: lo mismo que Jonás estuvo tres días en el vientre del cetáceo así estaría, en el seno de la tierra, el Hijo del hombre. La muerte ya no será muro sino paso a la vida.

«Esta generación es una generación perversa» Sólo piden signos tangibles, pero se olvidan que los signos de Dios se dan en los gestos, en el caminar, en hacer realidad una vida llena de confianza en él y eso nace en un corazón que se deja ser amado para amar.

La verdadera señal de nuestra fe no se encuentra en los milagros espectaculares, sino en las pequeñas acciones cotidianas de bondad, paciencia y amor. Es en el servicio desinteresado, en la escucha atenta y en el acompañamiento a los que sufren donde manifestamos la señal de Jonás en el mundo de hoy.

Nuestra vida se convierte en un testimonio de la presencia divina, inspirando a otros a buscar una relación más profunda y significativa con lo trascendente


"Ellos se convirtieron con la proclamación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás."
Para convertirnos necesitamos ayuda. No cambiamos de vida por una decisión nuestra, sino por las palabras y el testimonio de personas que con su vida nos acercan a la verdad. Solo las vidas apasionadas apasionan. La verdad del amor de Dios no la tiene quien más grita, quién más impone, sino quién más ama. Jonás cumplió su misión de predicar en Nínive, y el pueblo se salvó. Pero Jesús dio su vida por nosotros amándonos hasta el extremo.

Señor, abre mi corazón para reconocer tu presencia en lo sencillo y acoger con fe tu palabra que transforma mi vida.

 

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