Jesús invita a los discípulos a permanecer vigilantes, a la espera de una Presencia. No tienen que adormilarse ni desanimarse sino esperar confiados porque Él viene, viene siempre; siempre está llegando en todo lo que acontece. Dichoso quien confía y espera en la noche
Atentos y comprometidos, en escucha activa y de pie para comenzar el camino. El Señor tiene para nosotros una misión, el envío puede ser en cualquier momento. Nada de miedo ni a la tarea ni a la respuesta. Adelante. La atención es espera y esperanza, seguridad de su venida. Con Él en nuestra vida estamos llamados a permanecer en vela y dispuestos al compromiso de transformación de nuestro mundo. Estad preparados para servir y anunciar el evangelio en cualquier tiempo y momento, siempre desde la sencillez de la vida. No perdamos ocasión de recibir al Señor que llega a nuestra vida y la colma de sus bendiciones.
El Señor subraya la importancia de los siervos despiertos. Criados que estén en vela esperando al Señor, atentos a su venida, para abrirle en cuanto llega. Y aquí viene el giro. No serán ellos quien los sirva, sino él, el servidor. Atentos y despiertos. La fe no casa con la despreocupación, el desinterés o el adormecimiento. Al contrario, supone vigilancia y tensión por lo que está por venir. La fe es inquietud y alegría, es esperanza con las primicias del "ya pero todavía no". Es utopía que se toca y se empieza a disfrutar
Y cuando dormimos, el Señor pasa de largo, no podemos sentarnos a su mesa, no podremos disfrutar de su amor.
Dios llega de madrugada, por la noche y al mediodía.
A cualquier hora, en cualquier lugar, a cualquier edad.
"Los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo." Es lo que hiciste en la Última Cena. Es lo que haces cada día en cada eucaristía. Nos sientas en la mesa, nos invitas al banquete del Reino. Te pones a servirnos, desde abajo, lavándonos los pies. Y nos preguntas:
"¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Haced vosotros lo mismo." Acerquémonos a los demás con la alegría del que sirve. No cómo los que exigen, sino como los que se alegran de poder dedicarse a hacer el bien. Seamos unos para los otros, cercanía de Dios.
Señor Dios, que nos llamas a vivir en constante vigilancia y esperanza, concédenos tener ceñida nuestra cintura con la verdad de tu Evangelio
y encendidas nuestras lámparas con la luz de la fe y del amor.
Haz que, perseverando en el servicio y la oración, estemos siempre preparados para recibirte cuando vengas a llamarnos, y seamos dignos de entrar en el banquete eterno de tu Reino.
Amén.
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