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Dar frutos


 "Señor, déjala todavía este año  y mientras tanto yo cavaré alrededor
y le echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante." (Lc 13,1-11). 


Tenemos un Dios empeñado en que demos fruto. A pesar de que en muchas ocasiones no nos valoremos, o pensemos que somos inútiles Jesús confía en nosotros. Trabaja en nuestras vidas. Profundiza y cava hasta llegar a lo más sagrado que tenemos: el corazón. Lo abona con ternura y delicadeza. Lo riega, lo despedrega. Un año, otro, otro. Hasta que expulse el temor y se llene rebosante de amor.

 

La parábola de la higuera estéril nos invita a reflexionar sobre nuestra propia vida: Dios es paciente y nos da tiempo para dar fruto, pero también nos recuerda que ese tiempo no es infinito. Su misericordia se manifiesta en la oportunidad constante de cambiar de crecer en amor y de vivir conforme a su voluntad.Es una invitación a no posponer la conversión, sino a aprovechar cada día para acercarnos más a Él y producir frutos de justicia y bondad.
 

Señor, ayúdame a convertir mi corazón y a dar frutos 
que refleje tu amor en mi vida diaria


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