Hoy es Martes Santo. La liturgia de este día nos anima a recorrer el camino del siervo al imitar a Jesús en su actitud de servicio, a pesar de las caídas, para arrepentirse y pedir perdón, como hizo el apóstol Pedro.
"Uno de vosotros me va a entregar” Y todos nos preguntamos ¿quién será? No somos capaces de mirarnos y ver que cuando viene alguna dificultad por pequeña que sea nos quitamos de en medio y no damos la vida por aquel que nos ha amado hasta el final.
El evangelio nos habla traición. La de Judas. La que a veces ronda nuestra cabeza y nuestro corazón. La de alejarnos, la de 'venderlo' con un comentario, con una indiferencia, con un silencio cómplice, con una palabra 'bien queda'. Y Él ahí, a nuestro lado, invitándonos a su mesa.
Los discípulos se miran perplejos por no saber quién
sería el traidor. A Judas le tocó el pan y la peor parte. Fue la tradición
visible. Todos la constataron, olvidando que al final todos serían como él. Jesús
será abandonado por quienes comieron con él.
Traicionado. Por uno de su grupo, por Judas. Cada vez tiene más intereses diferentes a los de Jesús. Sabe que no siente lo mismo que al principio cuando comenzó a seguirle. Todo está dispuesto, Jesús no lo echa, le pide decisión, como a ti y como a mi.
Él no nos cierra la puerta ni nos deja fuera de la mesa, siempre quiere comer con nosotros. Está preocupado, le pide decisión, le pide claridad. Judas no responde.
"Uno de vosotros me va a entregar" Esta es la afirmación del Señor que dijo refiriéndose a Judas Iscariote que, por treinta monedas lo entregó. Pero también podría decirlo de cualquiera de sus discípulos que, a la hora de su crucifixión, lo abandonaría. O también de todos sus seguidores manchados por el pecado.
“Pedro suplicó: ‘Daré mi vida por ti’ ". Pedro también traicionó. La noche es oscura, pero Jesús sigue amando. Pero la misericordia de Cristo siempre es mayor que nuestras traiciones.
«¿Conque darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces». Jesús conoce muy bien a Pedro, y nos conoce muy bien a cada uno de nosotros. Sabe que deseamos hacer el bien, pero también sabe que no está a nuestro alcance. Cuantas veces vivimos la contradicción entre lo que decimos y lo que hacemos. Nuestros hechos traicionan nuestras palabras. Y en esa ambigüedad solo el amor misericordioso de Dios es respuesta. Solo su paciencia infinita nos salva.
A pesar de nuestras infidelidades, Jesús nos llama a la
unidad, a la comunión, que nace de sentirnos abrazados por el amor divino, que
es único. ¿Soy fiel a Jesús en cada
momento de mi vida? ¿Estoy dispuesto a dar la vida por Él?
Este día nos llama a la humildad. Ni Judas ni Pedro son ajenos a nosotros: uno traiciona, otro niega… ¿Y yo? ¿Cuántas veces fallo por orgullo o miedo? Pero Pedro lloró y volvió. Siempre podemos volver.
Te alabamos, Padre,
en esta hora del amor traicionado.
Concédenos, con la fuerza del Espíritu,
que sigamos a Jesús en todo circunstancia.
Juntos andemos, Señor.
Dame tu gracia, Señor,
para que nunca me avergüence de ti,
que, ante los otros, mi mayor honra sea ser uno de los tuyos.
Perdona mis ambigüedades y, si alguna vez te traicionó,
no permitas que me aleje se ti,
regálame la humildad necesaria para acoger tu perdón
y tu amor incondicional.
Jesús, Tú me conoces bien.
Sabes quién soy, sabes que sin Ti soy pobre y débil,
pero contigo lo puedo todo.
Te pido que nunca te alejes de mí
y no permitas que yo me aparte de Ti.
Te necesito, Dios mío,
porque sin tu amor mi vida carece de todo sentido.
Comentarios
Publicar un comentario