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¿Tú quién eres?

 


“Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, sabréis que Yo soy”
 
 (Jn 8,21-30)

La fe en Jesús entraña un salto al vacío. Él se va y a nosotros nos toca creer para no morir por el pecado. No podemos ir donde él va y nos toca quedarnos en este mundo. Él será levantado en alto y a nosotros nos toca saber que

Lo mismo que fue elevada la serpiente de bronce en el desierto para salvar a los mordidos por las serpientes así tiene que ser elevado el Hijo de Dios para salvar a la humanidad de sus pecados. ¿Qué más podía hacer el Señor por nuestra salvación? Él nos amó hasta el extremo.


Levantado para mirarle y cambiar la vida. No ha venido a condenar sino a salvar a todos los hombres. Es Él quien nos guiará en la travesía de nuestro desierto, en el camino de la vida. Solo mirarle, y dejarse mirar por Él, es suficiente para cambiar la vida. Es Él quien cura y salva, quien llama y ama. 'No miréis a nadie, a nadie más...' sólo Él salva y cura. Elevado para que la tierra, y los que habitamos en ella, estemos a salvo.

"Alejarse de Él es caer; 
dirigirse a Él es levantarse;
 permanecer en Él es estar firme; 
volverse hacia Él es renacer, 
habitar en Él es vivir". 
(San Agustín)

Sólo creyendo en Jesús nos libramos de la oscuridad, del pecado, de la muerte. Sólo en Él hay vida de verdad. ¿Qué signos de vida siembro a mi alrededor? ¿Se nota que sigo a Cristo y esto cambia mi forma de ver las cosas?


"El que me ha enviado es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él." 
Lo que hace Jesús con nosotros es favorecernos experiencias, no darnos teorías. Por eso solo lo acogen los que están dispuestos a cambiar sus prioridades. No endulza los oídos con palabras bonitas. Sino que invita a cambiar la vida. Y lo experimentamos si lo vivimos. Que cada día descubramos como la fe nos va transformando y va dando luz a los pasos que damos. Hoy recibimos el regalo inédito de poder ofrecer nuestras vidas como alimento que nutre la vida de los demás.


"El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo"
Cuando se rodean las tinieblas nos suele pasar que la tristeza inunda el corazón haciéndonos creer que estamos solos y nos han abandonado. Pero él siempre está a nuestro lado y al sentir su mano vemos que no caminamos solos.

Que María nos ponga al pie de la cruz y nos enseñe a contemplar a Cristo crucificado.

 

En tu cruz, Señor, sólo hay dos palos,
el que apunta como una flecha al cielo
y el que acuesta tus brazos.
No hay cruz sin ellos y no hay vuelo.
Sin ellos no hay abrazo.
Abrazar y volar. Ansias del hombre en celo.
Abrazar esta tierra y llevármela dentro.
Enséñame a ser tu abrazo.
Y tu pecho. A ser regazo tuyo
y camino hacia Ti de regreso.
Pero no camino mío,
sino con muchos dentro.
Dime cómo se ama
hasta el extremo.
Y convierte en ave la cruz que ya llevo.
¡O que me lleva!
porque ya estoy en vuelo.

(Ignacio Iglesias, sj) 


 

 

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