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Llamados

 


“Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos» (Mt 10, 1-7). 

 Esa es la gran misión que tenemos desde nuestra vocación. Nuestro testimonio será el mejor signo del anuncio del Reino.

Jesús llama y da autoridad. Elige a doce con instrucciones concretas. Lo más importante es el anuncio del reino de los cielos.  Centro del evangelio. Sin distinción de personas. Sin límites ni fronteras. Sin miedos ni imposiciones. Con unidad y universalidad.

También ésta es la hora de la misión, un momento de gracia para alentar, renovar y emprender con nuevo ánimo nuestro compromiso misionero. “Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte” (Evangelii Gaudium, 164).

Hoy Jesús nos sigue llamando por nuestro propio nombre y desde nuestras circunstancias particulares. Y no nos llama para una misión fácil: proclamar con fuerza y valentía la llegada del Reino de la vida y la esperanza


A tu manera, con otros, contigo, y como Tú. Así me llamas

¿Nos sentimos elegidos? Si es así debemos vivir con gozo ese privilegio, nunca vivirlo como una carga, como un peso. Estar con Él, ser de los suyos, aceptar su voluntad, seguirle… nunca debe ser motivo de queja, de reproche, de lamento.


 

Estamos llamados a hacer de nuestra existencia una ofrenda continua e incondicional a Dios y a los demás como hizo san Fermín. 

Somos el nuevo Israel, el nuevo pueblo de Dios, la Iglesia, llamada a ser en medio del mundo sacramento del amor de Dios, "experta en comunión", maestra llena de la sabiduría y de la misericordia de Dios.
¿Te sientes Iglesia? ¿Haces Iglesia?

 

 

 

 

Abro mi corazón a tu amor. 

Con gozo escucharé cada día tu mandato, Jesús. 

Con gozo anunciaré tu Evangelio con gestos sencillos de acogida y de perdón.


 

 

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