Vosotros sois testigos de esto.
Reconocer a Jesús sin terminar de reconocerlo.
El descubrimiento es progresivo.
El miedo puede más que la fe.
La duda más que la evidencia.
Cuesta creer, entender y dejarse hacer.
Ser testigos de un Dios de vida, de amor y esperanza.
"Les abrió el entendimiento".
Es el Espíritu el que nos hace entender en medio de los acontecimientos la presencia consoladora de nuestro Dios, que nos permite tener una existencia limitada pero agradecida.
La lectura creyente de lo que vivimos nos sitúa en un ambiente positivo y alegre, cargado de esperanza y de asombro.
Que el resucitado nos regale diariamente razones para la esperanza.
Los cristianos estamos tocados por la mano del Señor, al cual sentimos en el día a día.
En el caminar de cada jornada.
En la fuerza que nos otorga cuando lo brindamos al servicio de la comunidad
Las llagas de hoy donde encontrarle: hombres y mujeres heridos y rotos por la injusticia, la violencia, el abuso...
La mesa abierta donde Él sigue partiéndose para ser alimento que transforma.
Caridad y Eucaristía, verdaderos encuentros con el resucitado.
El fruto de reconocer a Jesús siempre es el mismo, la alegría.
No por nada recordamos esa sonrisa de la madre Teresa de Calcuta que aprendió a reconocer a Jesús en el prójimo.
Pero solo seréis testigos creíbles si vuestra pasión convence, si vuestro amor fascina.
Si vuestra justicia arriesga.
Si vuestra fe contagia.
Cuando sufrimos, la
Escritura nos recuerda que compartes nuestro dolor y nos das tu consuelo.
Cuando no sabemos qué hacer, la Escritura nos dice que Jesús es el camino, la
verdad y la vida.
Cuando nuestro corazón se llena de alegría, la Escritura nos recuerda que Tú
ríes con nosotros.
Cuando nos cansamos de trabajar, de hacer el bien, la Escritura nos anima a
seguir, apoyados en Ti.
Cuando nos equivocamos y pecamos, la Escritura disipa nuestro orgullo y nos
ayuda a pedir y a recibir tu perdón.
Cuando no vemos el fruto de nuestro esfuerzo, la Escritura nos recuerda todas
las semillas algún día darán el treinta, el sesenta o el ciento por uno.
Cuando nos sentimos satisfechos de lo realizado, la Escritura nos
recuerda que hemos hecho lo que debíamos hacer.
Cuando nos creemos mejores que los demás, la Escritura nos recuerda que, si estamos
libres de pecado, tiremos la primera piedra.
Cuando nos sentimos solos y despreciados, la Escritura nos recuerda que somos
preciosos a tus ojos y que, aunque nuestra madre nos olvide, Tú jamás nos
olvidarás.
Cuando nos faltan los ánimos, la Escritura nos recuerda que hemos recibido al
Espíritu Santo. Él es nuestra fuerza, nuestro defensor, nuestro guía.
Cuando vivimos encerrados en nuestro egoísmo, la Escritura nos dice que Tú nos
esperas en los enfermos, los pobres, los pequeños, los indefensos.
Cuando nos critican por buscar la verdad y la justicia, la Escritura nos
recuerda que lo mismo les ocurrió a los verdaderos profetas y a Jesús.
Cuando la cruz y la muerte nos acechen, la Escritura nos recuerda que tu amor
es más fuerte que el sufrimiento y que nos preparas una vida eternamente feliz
en tu casa del cielo.
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