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Para que tengamos luz




"Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para     que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna". 
(Jn 3, 16-21).

El amor de Dios, que nos revela el Evangelio, es tan grande que nos entrega a su Hijo para salvarnos.

Dios nos ama con locura, y nos entrega a Jesús para que sea compañero de nuestra historia. "Camino, verdad, vida".

El Hijo de Dios se hizo hombre para que los hombres conociéramos el amor de Dios. Esa es la vida eterna: vida de amor de Dios, a Dios y desde Dios… vida que, ya desde ahora, podemos vivir .

Cuando alguien como Nicodemo se encamina hacia la luz de Cristo, rápidamente percibe como es de verdad: tinieblas y luz al mismo tiempo. Manifestando el amor de Dios al mundo, Cristo es enviado para que tengamos luz. Necesito renunciar a algunas tinieblas que hay en mí para poder abrirme a su luz. Tu claridad, Señor, nos hace ver la luz.

“Orar significa escuchar más que hablar; contemplar significa ser mirado más que mirar”. (Carlo Carretto) 



Padre, tanto nos amaste que no te reservaste ni a tu propio Hijo Jesús y nos lo enviaste, para rescatarnos de nuestros pecados, miedos y soledades, con la fuerza de su amor, de tu amor.

Padre, tanto nos amaste que Jesús, tu Hijo, se hizo humano como nosotros, se sometió a la limitación del tiempo, a los rigores del frío y el calor, el hambre y el fracaso, la cruz y la muerte.

Padre, tanto nos amaste que Jesús, tu Hijo, nos regaló su Palabra para convencernos de que en tu corazón sólo hay amor, compasión y perdón.

Padre, tanto nos amaste que Jesús, tu Hijo, curó enfermos y resucitó muertos para mostrarnos que el amor es más fuerte que el mal y la muerte.

Padre, tanto nos amaste que Jesús, tu Hijo, quiso quedarse entre nosotros en el pan de la Eucaristía, en la luz de su Palabra, en la comunidad de los creyentes, en el corazón de todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

Padre, tanto nos amaste que nos envías a muchas personas buenas, que nos invitan a seguir el camino de la verdad, la justicia, el amor y la entrega.

Padre, tanto amas a la humanidad que me llamas a mí, pobre criatura tuya, y me envías para que sea portavoz de tu Palabra y portador de tu amor.

Gracias, Padre, por tanto amor. Mil gracias, Padre.



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