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Reconciliación




“Vete primero a reconciliarte con tu hermano, 
y entonces vuelve a presentar tu ofrenda” 
(Mt 5,24)  


Estar bien con Dios pero también con tu hermano



El perdón es el culto más agradable a Dios.  
La ira es uno de los pecados capitales y como tal cuanto más anidada está en nuestro corazón más dañina es. 
La persona que se enfada y explota pocas veces va más allá pero cuando tenemos algo contra otros, ejercemos de jueces y nos consideramos modelo.  
Olvidamos que nadie está limpio como para «tirar la primera piedra», ni sabemos lo que verdaderamente hace actuar al otro como lo hace.

• Señor, cambia mi corazón de piedra por un corazón de carne.


Pecar no es solo “matar a alguien”. 
Hay muchas formas de ofender. 
¡Da el primer paso para la reconciliación!



Lo primero: ponerse a bien con el otro, hasta descubrir que es hermano. 
Antes de programar, lo primero es el otro. 
La reconciliación con el otro hace verdadera la relación con Dios. No te duela gastar tiempo en esto. 
Solo construyendo puentes, podrás ir a la otra orilla. 
Opta por la reconciliación y hazlo con gozo. 
En la reconciliación se te otorga una identidad mayor. 
  

Reconcilia, Señor, nuestro corazón. 
Que tu música la puedan oír los que están cerca.


Señor, concédeme el regalo de un corazón reconciliado;
que sepa comprender, antes que condenar;
que busque la unión en vez de la división;
que se deje conducir por el amor y no por interés,
que esté siempre dispuesto a perdonar y a pedir perdón.

Que sepa construir y reconstruir la paz en la familia,
que sea consciente de todo lo que recibo de ella
y de los mucho que los quiero y añoro,
aunque a veces me pongan de los nervios.

Que sepa ser puente de comunicación entre mis amigos,
que no deje crecer las críticas que se hacen a la espalda,
que busque más lo que nos une de los que nos separa;
que sea cercano con quien más necesite el calor de la amistad.

Qué sepa trabajar por la comunión en la comunidad,
que no me deje llevar por estériles protagonismos
y sepa promover la participación de todos,
cada uno con las capacidades que Dios le ha dado.

Qué sepa ser  instrumento de paz en el pueblo o en el barrio, en el mundo;
que tenga especial cuidado y empeño en integrar a todos:
a los pobres, a los marginados, a los que no cuentan;
que no busque la confrontación, sino la comunicación.

Señor, que cada día sepa descubrir tu amor infinito,
muchísimo más grande que todos mis pecados y errores;
para que, a fuerza de acoger tu perdón de Padre y Madre,
sepa contagiar la alegría de vivir como hermanas y hermanos.
 

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