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¿Guardo mi vida para mí o la entrego por amor, como Jesús?





“El que pierda su vida por mi causa la salvará” 
(Lc 9,24)   

El camino de la Cruz transforma los corazones

Jesús propone un camino de libertad: ser capaz de decir sí a Dios en toda circunstancia. 
Quien así obra es realmente humilde porque en todo momento vive pendiente de la voluntad de Dios. 

Jesús nos da ejemplo: en su camino hacia la cruz, va despojándose de cuanto puede apartarle de su misión, y devuelve la dignidad a cuantos la sociedad considera poca cosa o ni tan siquiera los considera. 

Nos quiere libres para decidir y dar testimonio, aunque nos cueste el prestigio.
Los que viven en amor se entregan con libertad y hacen más humana la vida. 
Así vive Jesús y así invita a vivir a sus amigos. 
Haz un alto en tu camino y responde a esta pregunta: 
¿Guardo mi vida para mí o la entrego por amor, como Jesús?  

Vivir también implica sacrificarse por aquello en lo que crees. 
¿Estás dispuesto a aceptar tu cruz? 



Cuando sabemos para qué vivimos, amamos la vida. 
Enséñanos, Jesús, tus caminos. 
Vuelve a cautivarnos con tu amor.   

- Señor, tú eres mi refugio.

Sí importa lo que vivimos,
cada decisión,
los caminos elegidos
y los abandonados.

Las palabras importan,
y los silencios,
y las preguntas.

Las encrucijadas
nos conducen
al amor o al vacío,
a lo cálido o a lo inhóspito
al prójimo o al espejo.

Cada paso deja una huella
en el mundo,
en el alma de los nuestros,
en la misma tierra que somos,
y en Dios.

Dios carga con muchos golpes
y algún que otro abrazo.
Sigue creyendo en nosotros.
Dios a veces llora,
y espera.

Somos libres,
y eso asusta.

José Mª Rodríguez Olaizola, sj

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Señor,
¡qué difícil es no intentar
guardar la propia vida!
A fin de cuentas es lo único que tenemos.
Quizás no hemos entendido aun que nuestra vida no es nuestra sino tuya,
que somos un regalo,
que nos quieres incondicionalmente,
que somos creados por ti a tu imagen y semejanza.

Pretender guardar la propia vida
es quizás un modo de expresar
nuestro deseo de que no pase el tiempo,
de que no nos hagamos mayores,
de que queremos vivir sin final,
de que nos asusta el misterio de la vida.

Señor,
perder la vida se puede perder por muchas razones: por irresponsabilidad,
por egoísmo, por imprudencia,
por desgaste, por hacer demasiadas cosas…
Pero tú quieres que la perdamos para ganarla, nos recuerdas
que hay que morir para resucitar,
que hay que comprometerse con la vida para que la vida sea plena,
que hay que gastarse
para que nuestra vida dé frutos.

Señor,
haz que no pretenda tanto guardar mi vida como perderla,
preservarla sino ponerla al servicio
de los otros,
poseerla sino entregarla generosa
y confiadamente.
Sólo así viviré con hondura
según tu voluntad.
Que así sea.

 

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