Una señal
Nos cuesta ver el día a día como un milagro, como un signo de Dios... un abrazo, un gracias, una llamada, una lágrima, un ¿te ayudo? Abre bien los ojos.
Pedir signos es una necesidad ante la ceguera. La mirada borrosa impide ver los milagros de Dios cada día. Hay incapacidad para pronunciar palabra de agradecimiento. Todo se vuelve insípido, incoloro e indoloro. Sin un cambio de actitud y una fe recia todo se atrofia.
A la fe se llega por la observación de la realidad. Por el encuentro acogedor de una vida que se deja afectar por el amor que otro le brinda. Lo milagroso, lo sobrenatural, lo extraordinario. Curaciones, multiplicaciones de panes y peces, resurrecciones, son acciones que Jesús realizó ocasionalmente. Lo que cada día de su vida sí que hizo fue acercarse, sentir compasión, curar heridas, y comprometerse con el que sufre hasta el final.
"– Maestro, queremos ver un milagro tuyo – Esta generación… exige una señal" Aquello que no vemos no le damos importancia y cuando nos lo enseñan, al final no lo creemos porque va contra nuestra comodidad y nuestro egoísmo. No hay mayor signo que la confianza y la esperanza en la verdad.
Esta generación... Exige una señal: pues no se le dará más signo que el de Jonás. Como preludio del Salvador, tres días estuvo en el vientre del cetáceo como símbolo de una muerte vencida por la resurrección. Pero, ¿aceptará esta generación la señal del triunfo de la vida?
Jesús pensaría: No queréis hacer mi voluntad, pero me exigís que haga la vuestra Recuerda: Dios no tiene que hacer mi voluntad, sino que yo soy quien ha de hacer la suya.
No hay más signo que Jesús. Mirarle, escucharle, conocerle y seguirle. El signo definitivo de Dios con nosotros es Él. La historia se convierte para siempre en una Historia de Salvación. No hay otros signos, no hay que mirar a otros, solo a Él, que ha dado la vida por cada hombre y mujer de este mundo. Un signo definitivo que cambia el corazón y la vida de los que le miramos, escuchamos, conocemos, amamos y seguimos.
Señor, Jesús, Palabra verdadera del Padre, me hablas en el silencio del corazón y en todo lo que me rodea.
Todos son señales de tu amor, cuando miro la vida con ojos limpios. Ninguna señal me basta, cuando tengo el corazón cerrado.
Señor, quiero reconocerte en el día a día, en lo cotidiano, en la sencillez, en la calidez de un abrazo, en la ternura de una mirada, en un trozo de pan y un poco de vino...
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