Iluminados por Él

 


«El Hijo del hombre es señor del sábado.»
 
(Mt 12, 1-8)

El Dios en quien creemos se define, ¿por la misericordia o por el sacrificio? Si es lo segundo, el protagonismo lo tiene la persona. Tiene que hacer todo lo posible para agradar a Dios. Si la primera, la iniciativa es de Dios. La persona se dejará agradar por Dios


«Quiero misericordia y no sacrificio»
Muchas veces hemos pensado que el sacrificio nos acerca más a Dios y a los hermanos, y entonces nos hemos olvidado de Dios y de los hermanos por el mero cumplimiento sin darnos cuenta que somos iglesia, comunidad que ama. La historia humana está plagada de abusos legales contra los más vulnerables e indefensos. Jesús pone en la cumbre al ser humano, pues todas las leyes, incluidas las de índole religiosa, han de estar al servicio no de su capricho sino de su humanidad, de su desarrollo humano. La vida se camina a ritmo de corazón, no de puños.

"Pues os digo que aquí hay uno que es más que el templo" Jesús  ha cambiado para siempre la relación con Dios, de un lugar frío y temporal como el templo que la facilite, a un encuentro personal, cercano y profundo que cambia nuestra vida. La religión no dependerá más de un lugar. A partir de Él se convierte en una relación personal, un proyecto de vida compartido, una historia de amistad.


"Si comprendierais lo que significa "quiero misericordia y no sacrificio", no condenaríais a los inocentes.
Necesitamos ambientes sanadores, que restauren tanta humanidad en ruinas. Cada ser humano es un templo, un santuario que merece toda la admiración y cuidado. Jesús trata a cada persona con toda su grandeza, aprendamos nosotros también.

Por Vos iluminados

Nos ha destinado a ser sus hijos.
Nos ha llamado para ser sus compañeros.
Nos ha invitado para ser sus amigos.
Nos ha lanzado a las fronteras.
Ha tenido en cuenta nuestras fragilidades.
Ha iluminado y allanado senderos.
Ha transfigurado nuestros corazones.
Ha sacramentado nuestras historias.
Nos ha comprometido con el Reino,
para que veamos lo que Él ve,
para que oigamos lo que Él oye,
para que nos embarremos como Él se embarra,
para que celebremos con Él,
para que amemos como Él nos ama
y hasta espera divina perfección.
Ha soñado con encender un fuego
y nosotros presentes entre sus llamas.
Encendidos, apasionados y danzantes.
Con los mismos colores del Reino,
así por Él iluminados.

(Marcos Alemán, sj)


 

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