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'Intermediario'


“¡Hágase!”
 
(Mt 26,36-42)

Hoy celebramos a Jesús con el título de Sumo y Eterno sacerdote. Él no nació en el templo, sino en un establo. No vino de una estirpe sacerdotal. Pero vivió amando y sanando lo humano y lo consagró. Nos descubrió el rostro de lo divino que envuelve lo humano. Nosotros también estamos llamados a hacer de lo cotidiano un encuentro con Dios.


«Quedaos aquí y velad conmigo»
Permanecer cerca de la persona que se quiere, es el mayor signo de confianza porque se acompaña con la oración, con el deseo de pedir fuerzas para afrontar la vida y recibir las fuerzas que nos eviten la desesperanza y nos llenen de la esperanza.

La oración en el huerto de Getsemaní está llena de profunda emoción. Jesús siente tristeza y angustia. Le pide a sus discípulos que oren, y se duermen. El dolor en solitario. Jesús se resiste a la muerte, que pase de mí este cáliz", la tentación de toda persona: evitar sufrimientos, crisis..., pero se ofrece a la voluntad del padre. La fidelidad costosa.


Jesús en el momento de mayor fragilidad humana, sintiendo su debilidad y tristeza, se confía a su Abba y se entrega totalmente a su voluntad. Ahí, en la noche, en el jardín de Getsemaní, venció el miedo con la confianza profunda en el Abba.

Jesús, enséñame a confiar en el Padre en los momentos de prueba, cuando la oscuridad nuble mi fe y se esconda la esperanza.

Hoy fiesta de Jesucristo, sumo y eterno sacerdote. Un sacrificio y una ofrenda para siempre, la entrega generosa de su vida. No hay ya otro 'intermediario' entre Dios y nosotros, sólo Él, Jesucristo.

El cuerpo del Señor es cuerpo entregado, pan partido y repartido, pan que da vida eterna y construye fraternidad. No se puede hablar de auténtica vida cristiana sin referencia a este pan que es el Cuerpo de Cristo, ni se puede hablar de este Cuerpo sin referirnos a quien lo come.


«Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre»...
En un poco de pan y de vino nos da todo su ser e invita a hacer con nuestra vida lo mismo: una continua eucaristía para los demás.

Jesús de Nazaret

¿Cómo dejarte ser solo Tú mismo,
sin reducirte, sin manipularte?
¿Cómo, creyendo en Ti, no proclamarte
igual, mayor, mejor que el Cristianismo?

Cosechador de riesgos y de dudas,
debelador de todos los poderes,
Tu carne y Tu verdad en cruz, desnudas,
contradicción y paz, ¡eres quien eres!

Jesús de Nazaret, hijo y hermano,
viviente en Dios y pan en nuestra mano,
camino y compañero de jornada,

Libertador total de nuestras vidas
que vienes, junto al mar, con la alborada,
las brasas y las llagas encendidas.


(Pedro Casaldáliga)


 

 

 

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