El camino

 


“Tratad a los demás 
como queréis que ellos os traten”  
(Mt 7, 6.10-14) 

Jesús lleva siempre la iniciativa en el amor. Se adelanta, comparte su intimidad, parte el pan y lo reparte.  Lleva hoy a la práctica esta palabra de Jesús. Si pasaran estas palabras por nuestra mente cada vez que vamos hacer algo, el mundo sería totalmente diferente, el mundo sería mucho más humano. Nunca cambian tanto las cosas como cuando cambia uno mismo. 

"Tratad a los demás como queréis que ellos os traten". Es una máxima muy sencilla de vivir, todos sabemos aquello que nos hace bien, hagámoslo con los otros. No hace falta un gran manual para llevarlo a término. Buscamos grandes gestos, proyectos... cuando la tarea está en las pequeñas cosas y en los detalles cotidianos que hacen que la vida adquiera un 'sabor especial'. Es tan sencillo como mirarnos a los ojos y reconocernos iguales de valiosos e iguales de necesitados. En nuestra búsqueda de sabernos únicos e irrepetibles acentuamos lo que nos diferencia, nuestra exclusividad. Pero en el fondo nos parecemos mucho. Nos hace crecer la confianza, el cariño, la sinceridad. Nos mata el desprecio, la duda, el sentirnos utilizados y engañados. El proyecto de novedad que trae Jesús pasa por el trato a los demás.

Cada persona es lugar de Dios. No se puede disociar el trato con Dios del trato con los demás.  Ten presente a las personas que te rodean. Pregúntate cómo quieres que ellas te traten.  Intenta poner en práctica la luz que encuentres.  Si te gusta que te traten bien, te respeten, hablen bien de ti, valoren lo que haces... haz lo mismo con los demás.

¿Cómo queremos que nos traten? Con amabilidad, respeto, confianza, empatía... Así es como hemos de tratar a los demás. No siempre es fácil de hacer, pero es el camino: Amar al prójimo como a uno mismo.

Cuando me pongo en lugar de los otros, 
Tú liberas mi vida. 
Cuando te miro en los otros, 
me brotan gestos sencillos y palabras de verdad.


"Entrad por la puerta estrecha".
Todo lo que merece la pena necesita de tu esfuerzo, no hay camino fácil. ¿Merece la pena la felicidad? Pues da lo mejor de ti mismo y escucha su Palabra...
«Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida»
¡Qué curioso! ¡Quien tiene una vida regalada nunca tiene bastante, y quien tiene sólo a Dios nada le falta! Con el esfuerzo, el empeño, el ir ligeros de equipaje para poder entrar por la puerta estrecha muchas veces nos llevará a la felicidad, a tratar a los demás con el mismo amor que nosotros hemos recibido.

El camino es estrecho para todos porque es exigente. Requiere esfuerzo y control del propio egoísmo.

La salvación es para todos. “El paso a la vida eterna es para todos, pero es "estrecho" porque es exigente, nos pide esfuerzo, abnegación”. - Benedicto XVI -

No hay privilegiados: todos debernos cargar con la cruz que nos corresponde y poner nuestra vida al servicio de los demás. La cruz es la "puerta estrecha", la sabiduría escondida, que nos introduce en los secretos del Reino; el lugar del encuentro íntimo con el Amado; la experiencia de un amor que vence a la muerte; el impulso y la fuerza de los débiles para amar a los demás.


El camino no es el de la grandeza, el lujo, el poder, la ostentación... 

El camino es el del servicio, la humildad, la entrega, la sencillez... 

Para entrar en el Reino, mejor por la puerta del servicio, como nos enseñó Jesús.

 

 

Mi equipaje será ligero,
para poder avanzar rápido.
Tendré que dejar tras de mí la carga inútil:
las dudas que paralizan
y no me dejan moverme.
Los temores que me impiden
saltar al vacío contigo.
Las cosas que me encadenan y me aseguran.
Tendré que dejar tras de mí
el espejo de mí mismo,
el “yo” como únicas gafas,
mi palabra ruidosa.

Y llevaré
todo aquello que no pesa:
Muchos nombres con su historia,
mil rostros en el recuerdo,
la vida en el horizonte,
proyectos para el camino.
Valor si tú me lo das,
amor que cura y no exige.
Tú como guía y maestro,
y una oración que te haga presente:

“A ti, Señor, levanto mi alma, en ti confío,
no me dejes. Enséñame tu camino,
Mira mi esfuerzo. Perdona mis faltas.
Ilumina mi vida, porque espero en ti".


José M. R. Olaizola


 

 

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