Cuidemos al corazón




“Donde está tu tesoro, 
allí está tu corazón” 
(Mt 6, 21)

Jesús invita a sus discípulos a no dejarse atrapar por las riquezas de este mundo.
 El verdadero tesoro es entrar en el Reino, estar  a favor del proyecto de Jesús, que no es otro, sino que el ser humano viva.

La forma en que miramos determina lo que vemos.
Hay miradas que matan, otras que dan vida; miradas que acogen, otras que rechazan; miradas que comprenden, otras que reprochan.
Lo que hay dentro del corazón lo expresamos en la mirada.
Cuidemos el corazón.

¿Qué es lo más valioso para ti, lo que consideras más necesario, el mayor regalo?

¿El aire que respiras, las personas que amas, la fe que te sostiene, la familia que te arropa, tu trabajo, tus cosas?

Donde esté tu tesoro, allí está tu corazón.

Tesoros de los que me enamoro, pero no son más que chatarra chapada en oro.
Me roban el corazón y no son sino fuente de mi desazón.
Dame, Señor, descubrirte como mi único tesoro.
Dame, Señor, ver que tú eres lo que yo añoro.


Abre mi corazón a tu Gracia y abre mis manos a quienes viven a mi lado.

Cuando te has olvidado de ti mismo,
cuando te has agotado en el servicio a los últimos,
cuando has vencido la tentación de cualquier apego,
cuando has aceptado el sufrimiento como compañero,
cuando has sabido perder,
cuando ya no pretendes ganar,
cuando has compartido lo que tú necesitabas,
cuando te has arriesgado por el pobre,
cuando has enjugado las lágrimas del inocente,
cuando has rescatado a alguien de su infierno,
cuando te has introducido en el corazón del mundo,
cuando has puesto tu voluntad en las manos de Dios,
cuando te has purificado de tu orgullo,
cuando te has vaciado de tanto acopio superfluo,
cuando te sientes herido...
brilla en ti, gratis, la luz de Dios,
sientes su presencia irradiando frescura primaveral,
y su perfume te envuelve y reanima.

Ya no necesitas otros tesoros.
Dios te acompaña,
te habla,
te protege.
Te sientes esponjado en un mar de dicha...
Es el mejor tesoro,
que se te ofrece gratis,
para que disfrutes ya lo presente,
para que lo compartas con tus hermanos;
y camines firme
y sin temor.


Adaptación de una plegaria de Florentino Ulibarri


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