Saltar de alegría
“Hemos
tocado la flauta y no habéis bailado”
(Mt 11,17).
Ayer como hoy, la llamada a la
conversión pide una decisión personal seria.
Jesús recuerda la tentación de no
tomar o de aplazar una y otra vez esta decisión.
A veces dando la culpa a los
demás de lo que no nos decidimos a hacer, como quienes —para no cambiar en
nada— acusaban a Juan de endemoniado y a Jesús de amigo de pecadores.
Pero Él
asegura que su modo de actuar manifiesta la sabiduría de Dios y es signo de su
misericordia.
Y de presentarnos ante ti tal como somos.
Jesús invita a festejar el encuentro con el Evangelio.
A Él le ha llenado de alegría.
La alegría y la danza son misioneras.
¿Cómo puedo saber que Dios me ama y no saltar de alegría?
“María, tú estremecida de gozo, cantaste las maravillas
del Señor” (EG 288).
Señor:
Te llamaron comilón.
Pero tú sigues dándonos el pan y la carne y el pescado
y otras cosas más para que podamos comer.
Te llamaron borracho.
Pero tú sigues regalándonos los viñedos y el vino.
Te dijeron que eras amigo de mala gente. ¡Qué alegría!
Así sé que eres mi amigo.
Así sé que eres amigos de muchos de mis amigos.
Así sé que Tú no me excluyes de tu corazón a pesar de todo.
Así sé que los malos tienen cabida en tu corazón.
Que los publicanos y pecadores te demos cabida en el nuestro.
Que aunque no esté siempre muy limpio,
Tú no tengas reparo en hospedarte en él
Pero tú sigues dándonos el pan y la carne y el pescado
y otras cosas más para que podamos comer.
Te llamaron borracho.
Pero tú sigues regalándonos los viñedos y el vino.
Te dijeron que eras amigo de mala gente. ¡Qué alegría!
Así sé que eres mi amigo.
Así sé que eres amigos de muchos de mis amigos.
Así sé que Tú no me excluyes de tu corazón a pesar de todo.
Así sé que los malos tienen cabida en tu corazón.
Que los publicanos y pecadores te demos cabida en el nuestro.
Que aunque no esté siempre muy limpio,
Tú no tengas reparo en hospedarte en él
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