La humildad no se estima hoy como virtud. Sin embargo, a los ojos de Jesús era la virtud propia de los seguidores del Siervo de Yahvé. Acostumbrados a méritos y reconocimientos, ni nos sonroja la falta de humildad: "somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer".
Aplicar esta enseñanza en la vida, implica reconocer que todo lo que hacemos, desde el trabajo más sencillo hasta los logros más grandes, es una oportunidad para honrar a Dios. A menudo olvidamos que, como siervos, nuestras habilidades y talentos son dones que hemos recibido.
Servir es la tarea, la entrega generosa a los otros, sin esperar nada a cambio, para paliar sus necesidades, para hacerles la vida más fácil, llevadera, agradable. Servir sin mirar a quien, por ser la voluntad del Señor. Miremos a su voluntad para saber qué tenemos que hacer. Que nadie esté solo, ni con necesidad. Poner al servicio de los demás lo que tenemos y somos. Dar y darse por, para y con el prójimo.
"Hemos hecho lo que teníamos que hacer" Por lo tanto no se nos debe nada, salvo la alegría del trabajo bien hecho, sin esperar ratificación de nuestra obra, ni felicitaciones, simplemente estar tranquilos con nuestra conciencia por haber respondido bien con la obligación mandada.Pidamos al Señor que nos dé un corazón humilde y dispuesto a servir sin buscar reconocimiento. Que nuestras acciones sean siempre para su gloria y no para inflar nuestra vanidad. Que busquemos la humildad de aprender a ser siervos fieles y desinteresados que cumplen su deber con alegría y amor.



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