Es Domingo y nos hemos reunidos, una vez más, en el templo… con el compromiso de ser templos vivos que quieren acoger al Espíritu Santo. Para ser piedras vivas quieren anunciar el Evangelio
El Templo encarnaba el fundamento de la tradición judía: el Templo de Jerusalén era signo de la presencia de Dios en medio de su pueblo. Jesús tres expulsar mercaderes y cambistas, se presenta como nuevo templo: lugar de encuentro con Dios. Cada bautizado es templo del Señor.
El templo es lugar de encuentro con Dios. Jesús va más allá del templo como espacio. Nos invita a descubrir el nuevo templo, el de su cuerpo. Desde la experiencia de fe nos adentramos en esta nueva realidad, de la que participamos y con la que participamos y con la que no se puede mercadear.
Más importantes que los templos de piedra, son las personas, templos vivos del Espíritu Santo.
Señor Jesús, purifica mi corazón y haz de él un templo digno de tu presencia.
Ayúdame a vivir en santidad y a ser un canal de tu gracia y vida para los demás.
Que mi alma sea un templo de oración y un testimonio vivo de tu presencia. Amén.
La Palabra nos invita a pasar de un culto vacío a un culto en espíritu y en verdad, que se traduce en la relación con el hermano. Ver a Dios en cada persona, su templo y morada...
“El Espíritu de Dios habita en vosotros” (1Cor 3, 9-11.16-17)
Señor Dios nuestro,
que has hecho brotar un río de gracia del templo santo que es tu Hijo,
y nos has unido como piedras vivas de un mismo edificio espiritual:
Haz que tu Iglesia Diocesana sea siempre una casa abierta,
una fuente donde cada hermano encuentre vida,
consuelo para su dolor y alegría para su corazón.
Tú que habitas en nosotros por tu Espíritu,
purifica nuestros pensamientos, palabras y acciones,
para que nuestro cuerpo y nuestra vida
sean verdaderos templos consagrados a tu amor.
Que, como la corriente que brota del santuario,
también nosotros derramemos esperanza, misericordia y paz
en cada lugar y en cada familia.
Danos la gracia de vivir la santidad en lo cotidiano:
en la escucha de tu Palabra,
en el servicio a los más pobres,
en la unidad de nuestras comunidades
y en la alegría de sabernos tus hijos.
María, Madre de la Iglesia,
acompáñanos en nuestro camino diocesano,
para que unidos a nuestro obispo y al Papa,
seamos signo vivo de Cristo en el mundo.
Te lo pedimos por Jesucristo,
templo nuevo y eterno,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
por los siglos de los siglos.
Amén.




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