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Nueva familia

 


«Mi madre y mis hermanos son estos: 
los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen». 
 (Lc 8,19-21).

La Buena Noticia de Jesús tiene la virtud de generar unas relaciones nuevas entre las personas, unas relaciones que van mucho más allá de los lazos de sangre. El mismo Jesús lo expresa cuando preguntan por él sus familiares más cercanos: él alude a otra familia, familia de Dios.

Para ser familia suya y caminar a su lado no basta con oír y creer que ya está todo hecho, sino que debemos hacer vida esa palabra que nos acerca a la intimidad con él y que nos lleva a seguirlo.

Haces nuevas todas las cosas Señor, y a la familia también la haces nueva. Ya no es familia solo los que compartimos vínculos de sangre, de genética, de biología. La fe nos hace familiares de Dios y entre nosotros. Todos podemos decir de todos: te pareces a tu Padre o a tu Madre. Nos parecemos al Dios del que venimos, al amor que es la roca de la que hemos sido tallados. Compartimos origen y destino. Por eso podemos llamarnos hermanos.

La nueva familia de Jesús, su madre y sus hermanos, son los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.  Es mucho más que un cumplimiento de unos preceptos, es escucharle a Él, vivir lo que Él propone, hacer de la vida una relación nueva y diferente con Él, convirtiendo el Evangelio en vida. Escuchar la Palabra y responder lleva consigo un proyecto de vida de cercanía, relación personal, estilo de vida evangélico, hacer Él referencia para todo.


"Mi madre y mis hermanos son estos"
Cómo cambia la vida cuando encuentras la felicidad formando parte de una comunidad que escucha la Palabra, celebra, comparte fe y vida, vive, camina...

María, la virgen oyente, que acoge con fe la palabra de Dios, estaba destinada para llevar adelante la obra de Jesús en la Iglesia. A ser la madre de la Iglesia, el modelo perfecto, el mejor icono. Y siempre que la Iglesia quiere renovarse, rejuvenecerse, ponerse al día según las circunstancias de cada época, debe mirar a María.

 Voy a decir, la paz contigo” (Sal 121) Junto a la Virgen María, Reina de la Paz, seamos constructores de paz. Elevemos hasta ti nuestro clamor y dolor por las atrocidades de la guerra, el genocidio Gaza, la guerra de Ucrania, tantas guerras desconocidas para los medios, tantas guerras cotidianas, y digamos siempre, y en todo lugar, la paz contigo. Seamos constructores de paz.

Señor, nos unimos a toda la Iglesia y te pedimos para que podamos asumir la responsabilidad que nos corresponde por ser bautizados.

Asiste el peregrinar y el trabajo de tu pueblo, para que entre todos,

buscando vivir la fidelidad a tus enseñanzas, podamos ser signos de paz, de esperanza y de amor, en medio de una sociedad que vive los desafíos de la mentira y la corrupción.

En tus manos depositamos
el deseo de vivir y de formar comunidades eclesiales, en las cuales todos se sientan hermanos en torno a tu Palabra. Amén.

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