Sale el sembrador del «Cielo» y se adentra en nuestra tierra. Viene con su semilla de Reino sin regateos y en abundancia. La esparce por todo tipo de tierra porque a todos da la misma oportunidad. Solo dará fruto la que está preparado por su Palabra para acogerla.
Un gesto. Con un gesto, Jesús resume la acción fecunda de Dios Padre, la Palabra humilde y poderosa, a la vez, del Hijo, el poder vivificante del Espíritu Santo, y los distintos terrenos que acogen la semilla sembrada. Cada uno, lo suyo. El que tenga oídos para oír, que oiga.
Dios habla. Tiene ganas de decirse. Busca corazones abiertos donde depositar su semilla. Haz silencio para escuchar. Rumia la Palabra para que te cale por dentro. Mira a Jesús que te comunica la vida. Guarda lo que te dice Jesús en el corazón, como María.
La Palabra tiene el poder de transformar lo que somos, de producir en nosotros los frutos que ni imaginamos. Hay que acoger la Palabra, tener el gozo de la siembra, la esperanza de la espera, la constancia de la perseverancia y la paz de la confianza. La Palabra es la semilla. La Palabra necesita un corazón que la acoja y un tiempo para que se rompa dentro de nosotros y que produzca la fertilidad que el Sembrador espera y nosotros deseamos.
"Los de la tierra buena son los que escuchan la palabra con un corazón noble y generoso, la guardan y dan fruto con perseverancia." Damos fruto abundante cuando somos capaces de mantener la paz y la esperanza en medio de conflictos y tormentas. Damos fruto abundante cuando defendemos la alegría por encima de rencillas y rencores. Damos fruto abundante cuando vivimos de forma generosa y compartimos la vida por encima de caprichos e intereses personales. Por eso, que nadie nos confunda. No dejemos que nadie nos culpabilice o nos hunda con sus críticas. Somos tierra buena y amada.
Dios habla. Tiene ganas de decirse. Busca corazones abiertos donde depositar su semilla. Haz silencio para escuchar. Rumia la Palabra para que te cale por dentro. Mira a Jesús que te comunica la vida. Guarda lo que te dice Jesús en el corazón, como María.
Madre Santísima, Virgen María, tú que recibiste en tu corazón la Palabra de Dios con total fe y obediencia,
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