“Mis ovejas
escuchan mi voz” (Jn
10, 27-30)
Jesús, ante las acusaciones de los fariseos, les reprocha
que no le creen porque no son de sus ovejas. Les da dos indicaciones de cómo se
comportan los suyos: conocen su voz y le siguen. Cuando estas dos cualidades
están ausentes de quien se llama cristiano, no hay discipulado.
Es un Pastor único, Él nos da 'vida eterna'. Con Él tenemos
una relación constante, una relación permanente, una relación que llena de vida
y sentido lo que hacemos. No es una relación de momentos, es una relación de
proyecto de vida.
Tu voz de buen pastor.
Tu voz que me llama
a la unidad contigo,
con el Padre,
en el don del Espíritu
Santo.
Tu voz que convoca a la Iglesia,
en una sola fe.
Tu voz que me invita
a
seguirte, siempre,
en cualquier circunstancia.
Tu voz, tu palabra, que me da
vida.
Confío en ti Señor.
Tu voz, tu palabra, es eterna.
En ella esperaré.
"Nadie las arrebatará de mi mano." Escuchamos tu
palabra y a través de ella tu voz. Te seguimos, nos das tu misma vida que es
eterna en la entrega, eterna en el amor y cuidado, eterna en la alegría. Y nada
ni nadie nos arrebatará de tu mano. Nada ni nadie nos puede separar del
Verdadero Pastor, nada ni nadie nos separará del Amor de Dios. No te vamos a
soltar, ni tú vas a dejar que nos soltemos. Esa es la amistad a la que nos
llamas. Nos apoyamos en ti cuando la vida nos duele. Brindamos contigo cuando
celebramos el regalo diario de vivir. Que la confianza sea el cimiento en el
que construimos lo que somos.
La oveja perdida
Ven, Jesús, a buscarme,
busca a la oveja perdida.
Ven, pastor.
Deja las noventa y nueve
y busca la que se ha perdido.
Ven hacia mí.
Estoy lejos.
Me amenaza la batida de los lobos.
Búscame,
encuéntrame,
acógeme,
llévame.
Puedes encontrar al que buscas,
tomarlo en brazos
y llevarlo.
Ven y llévame
sobre tus huellas.
Ven Tú mismo.
Habrá liberación en la tierra
y alegría en el cielo.
(san Anselmo)
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