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Recibir y acoger



 


"El que recibe a quien yo envíe 
me recibe a mí; y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado." 
 (Jn 13,16-20).

Siempre resulta dolorosa la traición, pero mucho más cuando viene de los tuyos, uno que ha sido compañero, es decir, que ha compartido el mismo pan a la misma mesa. Jesús advierte que no es más el siervo que su amo. Él sabe que lo entregarán y que muchos seguirán la misma suerte.


“El criado no es más que su amo”.
El amo se ha hecho criado para mostrar dónde está el verdadero dominio. Amo y criado se igualan lavando pies, sirviendo y entregando la vida. Toca ponerlo en práctica en el día a día cotidiano.

«Ni el enviado es más que el que lo envía» Por mucho que cumplamos la voluntad del Padre, que nadie piense que somos diosecillos, por eso nuestra misión es acoger. vivir y dar testimonio con nuestra vida que estamos felices de habernos encontrado con él y no poder callar.


"El que recibe a quien yo envíe me recibe a mí; y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado."
Recibir sin preguntar, dejar sitio. Acoger y dejar sitio para que el otro sea, descanse, esté en compañía. Recibir al enviado y hacer más fácil su vida. Al que pasa por nuestra vida y necesita acogida tenemos que recibirlo, estamos llamados a acogerlo.


La cuestión es recibir y acoger. Cada ser humano es reflejo de la divinidad. De Dios venimos y a Dios vamos. Y en el camino del vivir nos vamos encontrando con personas que nos dan luz para saber qué hacer con la vida. Algunas traducen el amor, otras lo velan. Pero el corazón es el mejor GPS de la dirección que dar a nuestros pasos. Ser antes que tener. Confiar antes que tener. Acoger antes que romper.

Recibo al vecino, y te recibo a Ti.
 Recibo a la familia, y te recibo a Ti. 
Recibo al que camina por la calle, y te recibo a Ti. 
Detengo mi mirada en el pobre, y te veo a Ti.


Hoy fiesta de San Isidro Labrador, pongamos bajo su poderosa protección a todos nuestros agricultores y a todos aquellos cuyo sustento depende del trabajo de la tierra. 

Señor, enséñanos a servir con humildad  y a reconocer tu presencia en cada gesto de amor 
y entrega como San Isidro. 
Que tus palabras nos impulsen a vivir  con autenticidad nuestra fe y a estar firmes en tu verdad.
 
 «Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora» (Sal 88)
Así se dirigiría a ti, Señor, san Isidro labrador, 
que era agricultor, que era un hombre tuyo. 
Así te invocaría en sus noches de oración, 
en sus oraciones mientras trabajaba. 
Cultivar la tierra y tu presencia alentadora. 
Vivir consciente de que tú estás presente en nuestra vida, 
y nos rondas. 
Todo en ti.
 

 

 

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