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Tener compasión

 

"Jesús vio 
una multitud 
y se compadeció de ella"   
(Mc 6,30-34).

Los discípulos necesitan volver una y mil veces, necesitan encontrarse con su Maestro, y alegrarse con él: contarle todo lo que habían hecho y las cosas que habían enseñado. ¿Cómo es posible que aún no tengamos claro el valor de la Eucaristía, como eje de nuestra vida cristiana?

"Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco" Cuanta prisa en nuestras vidas. ¡Qué bien nos hace ir a un lugar apartado y descansarnos con el Maestro!

Nosotros también le buscamos, queremos estar con el Señor y que nos toque. Él no se esconde, nos espera. Buscarle es la primera de las actitudes para poder encontrarle. No podemos dejar de hacerlo.

Jesús cambia de planes ante la multitud. Su intención de ir a un lugar desierto a descansar, se transforma cuando ve a aquellas gentes buscándolo. El ser humano necesita experimentar esa compasión de Dios, que rehace sus planes por compasión. Nos enseña y guía.

Como ovejas sin pastor. Sin rumbo, sin saber a dónde ir ni por dónde. Como ovejas sin pastor. De un lado para otro, deprisa, sin resuello, sin intención. Como ovejas sin pastor. A merced del mejor postor y del mercado de la vida.
 

Según la Biblia “tener compasión” significa literalmente “sentir en lo profundo de nuestras entrañas”.  Nosotros diríamos “en lo hondo de nuestro corazón”; sentirse cercano e íntimo a otros con fidelidad y compasión. Ése es el modo cómo se relaciona Dios con nosotros.  Que sea también nuestro modo de relacionarnos unos con otros.

Haces de tu compasión Señor,
tu arma más poderosa.
Tocas llagas inmundas,
penetras los abismos más oscuros del corazón,
te deslizas por las peores grietas del Alma.
Abrazas.
Comprendes lo que nadie comprende.
Llenas la vida de esperanza.
 

 

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