"Ven afuera"

 


"Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, 
aunque haya muerto, vivirá; 
y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre."  
(Jn 11,1-45)

 Jesús se presenta como la resurrección y la vida. En él, pueden acabar todas nuestras muertes, todas las situaciones de muerte en las que Dios, por su infinita misericordia, no nos abandona. Que su potente voz: "Sal fuera", llegue a nuestros corazones y nos llene de vida

"Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro". Me siento así, amigo suyo, amado por Él. Como ellos a veces 'insatisfecho' por cosas que me pasan, le reprocho como ellas por alguna cosa. Pero creo que Él es la Vida, salgo 'afuera' y vivo. Que gran regalo es la fe.

Jesús, emocionado, con la amistad inquebrantable de los tres hermanos de Betania, tiene una propuesta para romper la muerte:


«Lázaro, ven afuera.»
Tenemos que vencer los miedos, vencer la tentación del aislamiento. Él nos necesita vivos y afuera.  Rompamos las pequeñas muertes de cada día, la tentación de separarse del mundo o quedarse al margen. 

A veces, la vida parece un sepulcro cerrado: todo es oscuridad, en torno se ve solo dolor y desesperación. Jesús nos dice que en esos momentos no estamos solos. Precisamente entonces, Él se hace más cercano que nunca para devolvernos la vida.

El evangelio de hoy es un himno a la vida. Jesús nos enseña a no dejarnos aprisionar por el dolor, a no dejar morir la esperanza. Él nos quiere libres y vivos, no nos abandona, está siempre con nosotros. Como a Lázaro, nos dice: ¡Vuelve a vivir!

El saber que nos morimos, depende de cómo lo acojamos, es fuente de tristeza o de activación. Para muchos, se llena de miedo la existencia porque amenaza todo lo que hacemos, todo es efímero y fugaz. Para otros es la invitación a vivir sin freno. Para Jesús es la ocasión de vivir en absoluta confianza y referencia a Dios, que nos sostiene.

La muerte de Lázaro enseña grandes lecciones. Jesús es un hombre que se conmueve, se entristece y llora. La muerte no es el final cuando se cree en Él, resurrección y vida. Las losas que oprimen nos las debemos ayudar a quitar. No lo hace él. Su grito es: Sal fuera.


Déjate de excusas, no vivas como si estuvieses muerto.

 

Lázaro

Hay un silencio opresivo,
doloroso, vacío,
congelado.
Nada se mueve.
La vida ha huido,
precipitada en su deserción,
dejando demasiado
por decir.
Tras la losa
yace, inerte,
un cuerpo derrotado.
Se lamenta, en una quietud
ya eterna.
Me venció el tiempo,
la fragilidad, mi poca fe.
Me paralizó no ver
que el mundo era otra cosa.
Me mató el peso
de un ego insaciable.
Me desangré por la herida
de los sueños incumplidos.

Entonces, de repente,
una voz.
Sal afuera.
Calor.
¿Qué es esto que siento?
¿Será posible
la esperanza?
Sal afuera.
Y sabe, en este silencio
ahora habitado,
que le aguarda
la Vida,
que unos brazos abiertos
le esperan,
para bailar, juntos,
sobre los restos
de su derrota.
Dios mismo,
de nuevo en su horizonte.
Hoy puedes empezar
de nuevo.

(José María R. Olaizola, sj)


 

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