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«
𝑬𝒔𝒂𝒔 𝒐𝒃𝒓𝒂𝒔 𝒒𝒖𝒆 𝒉𝒂𝒈𝒐 
 𝒅𝒂𝒏 𝒕𝒆𝒔𝒕𝒊𝒎𝒐𝒏𝒊𝒐 𝒅𝒆 𝒎𝒊́»  
(Jn 5,31-47)

Jesús se siente enviado por Dios, lo que dice y propone es de Dios. No entiende el rechazo. Quieren que no se mueva nada. Su mensaje es de Dios, está unido a Dios. Creamos en sus palabras, hagamos de ellas proyecto, vivamos su Evangelio con radicalidad

Dios es lo contrario a las redes sociales. Él no necesita nuestra apariencia falsa y nuestra máscara para darnos un ”like”.  Él nos ama en nuestra debilidad y nuestro barro. Solo desde el reconocimiento humilde de nuestra realidad, Dios podrá hacer en nosotros su obra.

Jesús no recibe la gloria de los hombres. Es efímera. La aceptación de reconocimientos y aplausos puede convertirse en un objetivo en la vida. Muy alejado de la búsqueda de la gloria de Dios. El centro puede ser el ego que necesita quien aplauda y piropee, o Dios.

 La verdad no se tiene por gritarla más fuerte que los demás. La verdad se nos da a conocer cuando se vuelve vida, cuando se encarna, cuando se expresa no solo en palabras sino en obras. Jesús no se defendía frente a sus acusadores con argumentos y razonamientos, sino con la acogida de un amor y unos frutos que son del Espíritu Santo.


«¿Cómo vais a creer en mis palabras?»
Hemos construido un mundo donde la realidad que aceptamos sólo es la que nos gusta, de lo demás dudamos. ¿Cómo escuchar a quién nos habla con la verdad y nos invita a cambiar nuestra forma de vivir para relacionarnos con Dios y los hermanos?

Se hizo uno de nosotros, débil, humano, para darnos la fuerza de su gracia y la belleza de su divinidad.

Lo decisivo en nuestra vida es el encuentro con Jesús; cosa que no se asegura con la investigación. El mismo Señor lamenta que los estudiosos no quieran ir a Él para tener vida. Es verdad que sabiduría y academicismo no siempre van de la mano. No eludamos el encuentro con Él.


Él el que viene de Dios, es Dios, a quien esperamos, quien cambia nuestra vida, el que ofrece un camino de felicidad. 

Si aceptas a Jesús en tu vida, deja que tus actos hablen por ti. Da testimonio del amor de Dios a los demás

 

 

 

 

Idolatría

Gangas y saldos.
La vida, rebajada
a base de apariencias.
El amor, suplantado
por afectos fugaces.
En lugar de sentido, diversión.
En lugar de horizonte,
espejismos.
Uno acumula tesoros
que un día resultarán estériles
tras haber traicionado
sus promesas.
Tristes ídolos,
disfrazados de inmediatez,
que nos ciegan
sin dejarnos bailar
con el tiempo.
Metas fugaces,
que te sacian por un instante
y te dejan hambriento de nuevo.
Dejarse seducir
sin perder la libertad,
saber arrodillarse
admirando la grandeza,
eso solo ante Dios.
Su Palabra que conmueve,
su rostro hecho hermano,
el Pan de todos,
la cruz, difícil, pero ya vencida.
En Dios todo encuentra su sitio.


(José María R. Olaizola, sj)


 

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