Una palabra
«Señor, no soy digno
de que entres bajo mi techo»
(Mt 8, 5-11)
Dejemos que la Palabra del Señor ocupe el centro de nuestra
vida y de nuestro corazón...
Descubriremos el amor y la ternura de Dios, que ha
venido y que viene a salvarnos.
Pidamos a Nuestro Señor Jesucristo los que nos decimos sus
seguidores que en este tiempo de Adviento la fe del centurión.
Tener fe no es solamente creer que Dios existe, o que
Jesús es el Hijo de Dios.
Para los cristianos tener fe es creer que Jesús puede curarme, puede salvarme, puede hacerme plenamente feliz.
¿Has sentido alguna vez la alegría de sentirte curado por Jesús?
Para los cristianos tener fe es creer que Jesús puede curarme, puede salvarme, puede hacerme plenamente feliz.
¿Has sentido alguna vez la alegría de sentirte curado por Jesús?
¿Deseas con todo el corazón revivir esta experiencia o
experimentarla por primera vez?
Adelante.
Ten fe.
Reza.
Adelante.
Ten fe.
Reza.
Busca a Jesús en la oración, en tus hermanos.
Está deseando curarte de eso que tanto te pesa.
Vivir con fe es un privilegio porque resulta un pilar insustituible para andar por la vida: nos da estabilidad, nos da seguridad, nos da confianza, nos quita los miedos, nos vuelve valientes – ¿cómo no volvernos valientes si de verdad nos sentimos respaldados por el mismísimo Dios Padre? – nos hace sentirnos queridos a pesar de nuestras muchas imperfecciones, nos hace sentirnos cuidados, atendidos, mimados … también incluso cuando las cosas no nos salen como nos gustaría.
Conviene por tanto cuidar de la Fe, alimentarla y hacerla
crecer.
La fe es capaz de mover montañas.
¿A qué estamos esperando?
Es hora de renovar nuestra conciencia y nuestra respuesta
a Cristo.
Señor, yo te
bendigo
Señor, yo te bendigo,
porque me diste
un corazón sensible y
un espíritu triste,
porque me estás
haciendo amar el bien y la belleza
y siento que tu mano
se posa en mi cabeza.
Señor, yo te bendigo
porque en mis horas
angustiadas y algunas
veces doloridas,
en oraciones
florecerán mis heridas
y en ternura la
soledad de mis auroras.
Porque es tan bello
sentir el alma llena
de una enorme piedad
por cada pena,
y olvidarse un
instante de sí mismo,
y dar a los demás lo
que nos queda,
de esperanza, de amor
y de optimismo.
Eloy Rodríguez
Castañeda
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